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Multas a peatones

Dentro de las estadísticas entregadas por Carabineros tras las Fiestas Patrias hubo una que llamó la atención y que corresponde a las infracciones a peatones. En total, se cursaron 60 multas, tanto en sectores urbanos y rurales, como en la Ruta 5 y la autopista del Itata. Desde la institución policial se informó que el objetivo no es otro que incentivar un mejor comportamiento en una materia donde los ñublensinos obtienen una pésima nota.

Y es que al igual como existen conductores imprudentes, capaces de provocar choques y atropellos, también existen peatones que por imprudencia al movilizarse pueden ocasionar un accidente, poniendo en riesgo su propia vida y la de terceros.

Cae de maduro que el transeúnte está indefenso, aparentemente, frente a los excesos de ciertos conductores de vehículos que no reparan en su propia seguridad y menos aún en la ajena. Sin embargo, llegado el momento de explicar el alarmante aumento de atropellos en la zona, los funcionarios y los expertos en seguridad vial subrayan que la desobediencia es generalizada.

Ya sea por ignorancia, desidia, indiferencia, imprudencia o intencionada rebeldía, los peatones suponen que están al margen de las reglamentaciones de tránsito. Daría la impresión de que infieren, erróneamente, que se les aplican todos los derechos y están eximidos de las obligaciones en esa materia.

No se trata de un detalle desconocido. Basta con detenerse en las múltiples situaciones que son apreciables a simple vista en avenidas y calles, desde las más concurridas hasta las menos pobladas. Para empezar, los peatones hacen caso omiso de las indicaciones de los semáforos. Atraviesan las calzadas incluso a pesar de que la luz verde les esté dando el paso a los vehículos. Con no poco humor, los choferes del transporte público hablan de los “Ñus”, que al igual que el antílope africano se movilizan en manadas que cuando llegan a la orilla de un río, basta con que uno se lance para que lo hagan todos.

La inexplicable rebeldía es imitada por quienes desprecian la senda peatonal y cruzan por donde se les viene en gana y casi siempre a mitad de cuadra.

Capítulo aparte, son los “adictos al celular”, peatones cuya función atencional se ve reducida al mínimo. Los estudios demuestran que mirar el teléfono durante 10 segundos equivale a caminar 14 metros sin mirar el entorno. Esto sería igual a cruzar la Ruta 5 sin prestar atención al tránsito ni a las señales.

Esta suerte de desafío cotidiano es muestra expresiva de una preocupante carencia de cultura cívica e irrespeto de un principio básico de la convivencia social, incluso a pesar que nuestra legislación vial tipifica las faltas que ellos pudiesen cometer.

Obviamente se trata de una cuestión de educación. El buen comportamiento en ese sentido debería ser inculcado desde los primeros niveles de la escolaridad. Algún día tal vez se habrá de llegar a ese grado de excelencia. Entretanto, los peatones deben ser aleccionados acerca de sus obligaciones, de manera tal que no tengan excusas cuando sus inconductas viales sean sancionadas por una reglamentación que existe desde 2008 y que por fin comienza a ser aplicada. 

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