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Plan Maestro de Transportes

C. Cáceres

Las debilidades de la vialidad urbana de Chillán son ampliamente conocidas por los habitantes de la ciudad, quienes a diario se deben enfrentar a los problemas propios de grandes urbes, pese a que la capital de Ñuble aun es una ciudad intermedia, tanto por superficie, como por población y número de automóviles. Y si bien se reconoce que en los últimos 20 años el parque automotor ha crecido progresivamente, lo que también está relacionado con procesos demográficos y con el consiguiente aumento de la presión por el uso de las calles, no es menos cierto que la falta de obras viales ha contribuido notoriamente a la generación de problemas de congestión en diferentes sectores de la ciudad.

Esta mora es cada vez más evidente, y lo mismo la incapacidad de la estrategia definida hace más de una década para enfrentar el problema: el Plan Maestro de Transportes.

Creado en 2012 para mitigar los problemas de la movilidad urbana y, en particular, la congestión vehicular, consideraba como piedra angular la remodelación y ensanchamiento de las avenidas Vicente Méndez y Alonso de Ercilla, arterias estructurantes de los sectores más poblados de la ciudad. Sin embargo, después de 11 años, ambos proyectos tienen nulo avance, registrando el mismo estado de prefactibilidad terminada que exhibía en 2013.

Es claro que una cosa es el papel, y otra muy distinta es la concreción de dichas iniciativas. En este caso, hubo factores políticos que fueron determinantes, como la dependencia de Biobío y el poco peso de los parlamentarios de la zona para influir ante el poder central, pero también un factor económico siempre relevante: el alto costo de ambos proyectos.

Lo anterior igualmente explica el porqué de la priorización de las avenidas Huambalí, Diagonal Las Termas y Libertad Oriente, cuyas obras de ampliación contribuirán a mejorar la movilidad y reducir la congestión, pero no a la escala de Vicente Méndez y Alonso de Ercilla.

La falta de visión sobre cómo hacer un desarrollo armónico y sustentable de la ciudad, incluyendo la construcción de las vías que requieren nuevos loteos emplazados en sectores de la ciudad que hoy exhiben un fuerte crecimiento inmobiliario.

En los años venideros, Chillán continuará su expansión territorial así como su densificación y con ello se agudizarán los problemas urbanos. Entre ellos, los problemas de uso de suelo en términos de la existencia y localización de las actividades y servicios, de conectividad, de movilidad de personas y bienes, de costos (tarifas) y de tiempos de acceso y segregación socio-territorial.

Ante tal proyección, las respuestas que pueda entregar el Plan Maestro de Transportes en su versión completa no son pocas, más si se repara en cuánto no se ha hecho y cómo se dejó que el tiempo transcurriera en vano. Pero un antiguo dicho expresa que es en vano llorar sobre la leche derramada. Las experiencias frustrantes de los últimos 20 años, que no fueron pocas, deberían servir para evitar incurrir en los mismos errores.

Es de esperar que la preocupación que existe a nivel ciudadano por la movilidad e integración urbana cuente con el respaldo unánime de las autoridades políticas, sean del color que sean, y toda la cartera de proyectos que lleva más de una década en el congelador reciba los recursos adecuados para su ejecución. La capital de la región de Ñuble se lo merece con largueza.

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