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Pandemia contemporánea

De acuerdo con una investigación realizada en países europeos durante el curso de más de una década y publicado en el prestigioso “American Journal of Clinical Nutrition”, el sedentarismo es causa de enfermedades que provocan el deceso de 700.000 personas al año, cinco veces más que las causadas este 2022 por el covid-19 en esa región.

Durante más de dos años, la pandemia y múltiples restricciones, amplificaron este hábito caracterizado por la escasa o nula actividad física en la vida cotidiana, lo cual pone al organismo en un estado de vulnerabilidad propicio para ser afectado por diversas enfermedades.

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Esto se vio reflejado en el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde se posiciona a Chile como el segundo país con más sobrepeso y obesidad, afectando a un 74,2% de su población.

El más reciente estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) demuestra que nuestro país presenta los números más deficientes en Sudamérica: mientras los hombres practican ejercicio solo dos días a la semana, las mujeres lo hacen en apenas uno. A nivel local, en tanto, las mujeres lideran la población no activa y los índices de inactividad aumentan en sectores de bajos ingresos. Según la Encuesta Nacional de Salud, más de 90% de la población de Chillán es sedentaria, mientras que la última Encuesta Nacional de Hábitos de Actividad Física y Deporte, sitúa a Ñuble como la tercera región del país con mayor sedentarismo, ya que sólo el 8,9% de la población adulta mantiene alguna actividad física, de acuerdo a las recomendaciones de la OMS.

Las consecuencias de ese “ahorro” de movimiento y esfuerzo se concretan especialmente en un insuficiente “gasto” de las sustancias grasas que se ingieren y que se van almacenando en distintas partes del cuerpo.

En este cuadro de riesgos para la salud por la ausencia de actividades físicas que demanden esfuerzo, se pueden sumar el aumento de colesterol, que contribuye al depósito de grasa en los conductos venosos y afecta la normal circulación sanguínea, principalmente al corazón, que por esa causa debe esforzarse para cumplir su función; también se daña el sistema muscular, ya que la inactividad lo debilita. Asimismo, sufren los huesos, que se tornan susceptibles a la osteoporosis. En síntesis, el sedentarismo disminuye la capacidad física, con el riesgo de que signifique para el organismo la entrada temprana a un proceso de declinación.

Hipócrates, el recordado médico griego, vio claramente que lo que no se utiliza del cuerpo se atrofia. De ahí que el mal del sedentarismo, calificado como “pandemia contemporánea”, debe ser combatido y, mejor aún, prevenido.

Es evidente la necesidad de crear conciencia social sobre un problema grave que causa muertes, incapacidad e ingentes gastos en salud. Por ello, es de esperar que el Gobierno refuerce las políticas públicas en esta materia y desde el sistema escolar se impulse el indispensable cambio para volver a hábitos más sanos de vida que alguna vez se practicaron naturalmente y que hoy se están olvidando.

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