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Organizaciones solidarias de Chillán sufren los efectos de la crisis económica

En un escenario de elevada inflación acompañada por una actividad económica deprimida, organizaciones de beneficencia en la región de Ñuble han comenzado a experimentar los efectos de la crisis económica y la pandemia en sus recaudaciones.

Temen que la causa social que las moviliza pueda verse en peligro por el alto costo de la vida que han tenido que enfrentar para atender el llamado de auxilio que golpea sus puertas.

Tender la mano a quien lo necesita es un compromiso grabado a fuego en la génesis de cada agrupación que debe hacer “malabares” para sopesar una economía resentida.

Comedor solidario

Es el caso del Comedor Solidario “San Martín de Porres”, ubicado en el sector Ultraestación, en calle Andrés Bello 151, donde la hermana Patricia Martínez trabaja desde 2007 con 27 voluntarios para alimentar principalmente a personas en situación de necesidad.

Su obra nació en la década de los 80’ entregando desayunos a niños vulnerables, gracias a ayuda proveniente de Alemania, a través de Caritas Chile. Sin embargo, cuando las escuelas comenzaron a entregar ese servicio, el comedor realizó una restructuración, enfocando su mirada en usuarios de edad avanzada.

Si bien en plena emergencia sanitaria recibió ayuda del gobierno, a la fecha solo donaciones de particulares mantienen en pie el comedor. Sin embargo, los efectos de la delicada situación económica que han afectado los bolsillos de los ñublensinos ya se están reflejando en su quehacer diario.

Al aumento del precio de los insumos se sumó la mayor concurrencia de personas que llegan en búsqueda de su ración, de lunes a viernes.

“Se nota mucho y más también en la cantidad de gente que viene. Por ejemplo, nosotros en pandemia llegamos a atender a 120 personas, después este año empezamos con 35, en marzo de este año, pero ahora estamos algunos días casi en 60 personas. Eso es mucho para el promedio y ahí es cuando colapsamos. Por ejemplo; el miércoles hicimos arroz con pollo, teníamos 46 presas y faltaron. El arroz no, porque uno puede medir, pero el pollo imposible. Entonces tuve que sacar tarros de jurel para complementar, pero para algunos no hubo ensalada, pan o fruta”, lamentó la religiosa.

“Siempre, después del ’18’ generalmente baja la asistencia de personas y mientras más se va acercando el verano más baja, pero en estos momentos estamos al revés. En un 20 a 30% ha aumentado la asistencia en estos tiempos”, añadió.

Hacer rendir al máximo los presupuestos y las donaciones para permitir el funcionamiento del comedor ha sido un desafío por estos días para la hermana Patricia.

“Muchas veces voy a comprar al terminal. Compraba un saco de zanahoria a 7 mil pesos y ahora está a 13 mil , por lo tanto, ahora baja un poco más la cantidad de zanahoria en la comida, porque no alcanzo a comprar. En vez de ocupar ese saco en una semana lo debo ocupar en una semana y media, para que me alcance”, comentó.

En el caso de las donaciones de productos, que contribuyen en la planificación del almuerzo diario, se ha percibido una leve caída.

“Hay gente que tiene una situación económica muy buena, pero la gente que te trae un kilo de arroz o de tallarines, ahora en vez de traer una vez a la semana, lo trae cada 15 días. Pero en lo general, las personas que nos aportan en grandes cantidades, se mantiene el mes, pero la gente con menos recursos y que te ayudan en lo que más pueden, ahí lo noto”, detalló.

Pese a los altos y bajos, la hermana Patricia no baja los brazos por mantener la larga trayectoria del comedor, cumpliendo tareas paralelas en el policlínico y en la iglesia. En sus palabras, su función evangelizadora debe ir de la mano de la acción social para darle sentido a su labor.

“Es por la vocación. Desde que estoy yo en 2007 nunca me sentido diciendo no más, porque a pesar de que uno no alcanza muchas veces, la gente que recibe, que te da las gracias, que llora porque uno le da un plato, es sumamente gratificante, porque uno cree que da, pero es mucho más lo que recibe. Personalmente, la oración hace bien, pero si hay oración y no hay ayuda al hermano, poco sirve la oración. Lo que hacemos es oración. Esa alegría de ver a un hombre, a una mujer, a un niño que te dé las gracias y que te diga llorando ‘señora o hermana: usted me ha salvado el día porque no he comido nada’, te llena el alma”, sostuvo.

Ayuda espiritual

Por el lema “Formando hombres de valor” trabaja la Fundación Hogar Emmanuel, donde se hospedan 32 personas, ya sea en situación de calle, con problemas de drogas o alcohol, adultos mayores abandonados y mujeres víctimas de la violencia intrafamiliar.

El recinto funciona en calle Lincancabur 838 de villa Monterrico, en el sector Los Volcanes 3, donde sus usuarios reciben ayuda espiritual para promover su reinserción social. Hace 12 años trabajan por ese objetivo acogiendo a quienes han tocado fondo y han caído en desgracia.

En voz de su director, Óscar Astudillo, la obra es autosustentable, es decir, se financia vendiendo frutas y verduras en diferentes sectores de Chillán. Sin embargo, por efecto de la crisis económica, los ha llevado a recurrir a otras formas de recaudación para llegar a fin de mes.

“Ha sido terrible, porque hemos llegado a pedir alimentos no perecibles por Facebook, hacer campañas que antes no hacíamos. Tratamos de pedir lo menos posible, porque la gente cuestiona mucho pedir dinero, pero estamos pidiendo frazadas, sábanas, cobertores, ropa de niño, hombre. Estamos pasando por el momento más crítico que es la alimentación y hemos llegado al extremo de salir a la calle a pedir puerta a puerta. Antes nos financiamos con las “mallitas” y hoy como la inflación subió de manera tremenda es imposible poder competir y vender algo que a la gente le acomode”, explicó.

“Para mantener la fundación tenemos que juntar un millón 450 mil pesos, pero ahora alcanzamos a llegar con suerte al arriendo y por redes pedimos alimentos”, precisó.

En la fundación temen que la situación económica siga agudizándose y ponga en peligro la obra.

“Primero, por temas de pandemia, porque no podíamos generar recursos (…) Hemos pasado meses terribles porque estar luchando todos los meses para poder conseguir recursos para poder sacar adelante esto. Si este hogar llegase a cerrar, no solo quedarían los jóvenes en la calle, porque recordemos que ellos viven dentro de la fundación, no es como el Hogar de Cristo que vienen solo a dormir y salen, aquí tienen la oportunidad de poder estudiar, trabajar, encontrar algo que los pueda ayudar a enfrentar el día de mañana la nueva vida. Aquí tratamos de devolverles la dignidad, y que puedan recuperar lo que perdieron por causa de la droga, alcohol o el abandono”, destacó.

Según detalló Camila Fuentes, a cargo de las finanzas de la fundación, los aportes que les permiten subsistir han bajado considerablemente, lo que los ha obligado a limitar el servicio social a la comunidad.

“Aquí hemos bajado un poco más de 50% nuestros ingresos, han sido muy difíciles estos momentos de pandemia y el alza económica que estamos viviendo en relación a la cantidad de personas que estamos recibiendo se nos ha complicado mucho”, indicó.

“Nosotros hacíamos ollas comunes para dar comida a la gente de calle, y ahora no se puede hacer eso, porque con suerte estamos sobreviviendo para darle atención a los jóvenes que aquí viven”, agregó.

Según los voluntarios se ha tratado de golpear puertas en instancias superiores, pero no ha logrado los resultados esperados. “No recibimos ayuda del municipio ni del Gobierno. Aquí se ha postulado, pero han sido muchos trámites, al final uno se cansa y baja los brazos. Entonces, de alguna manera ver la forma para sostener esto y no se caiga este proyecto”, expresó.

Camila manifestó que hay varias razones que los motivan a perseverar en el proyecto. “Se ayuda a gente que está prácticamente en la calle, sin nada, y por causas de droga y alcohol de repente por no tener redes de apoyo están mal en extremo y uno en realidad no sabe las vueltas de la vida. Uno puede tener hasta familiares que les puede pasar esto. Esta fundación les ayuda a volver a ser personas”, dijo.

Alegría a los niños

Inspirada en las enseñanzas de Patch Adams, la organización sin fines de lucro, “Doctores Clown Chillán”, conocida por llevar alegría y asistencia material a personas que pasan por un difícil momento, reveló la compleja situación que enfrentan para mantener vivo su compromiso social.

“Nos ha afectado demasiado, porque en todas nuestras campañas teníamos un buen apoyo de la gente, tanto económicamente como en solicitudes. En la campaña pasada del Día del niño recaudamos muy pocas cosas para ir en ayuda de los hogares de niños y en campamentos. Nos llegaron muy pocas cosas así hemos podido complementar con dinero propio para llegar a ellos. En el hospital obviamente nosotros no hemos podido ingresar, antes de la pandemia íbamos y teníamos otra realidad económica no como hoy, porque igual se ha visto afectado el bolsillo de cada uno de los voluntarios. Algunas estamos cesantes, otras con muy pocos ingresos”, relató la representante de la agrupación, Carla Echeverría.

Según Carla, diariamente reciben casos sociales de personas que requieren insumos para niños. Sin embargo, debido a estrechez económica, algunas veces no han podido llegar con la ayuda solicitada, enfocándose en la contención y en actividades lúdicas.

“Hemos dejado de comprar cosas como regalos, pañales, que a veces nos llegaban y otras no, pero nosotros mismas los comprábamos o leches que nos hacen peticiones. A veces no hemos podido lograr entregar lo que la gente necesita. Nosotros siempre estamos dispuestos a ayudar, no hemos podido lograr el objetivo”, señaló.

La agrupación, de 20 miembros activos, no recibe subvención de entidades públicas. Está pendiente su personalidad jurídica. Si bien son conocidos por sacar sonrisas en quienes se encuentran internados en el hospital local, donde son validados como voluntarios, en tiempos de pandemia no han podido asistir presencialmente, periodo en que han extendido la ayuda en canastas familiares.

“Esperamos que esta situación vuelva como antes, porque nos perjudica mucho poder avanzar, porque sin recursos no podemos llegar a las familias. Tenemos que comprar cosas y nosotros dependemos de nosotras mismas en estos momentos”, comentó.

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