Señor Director:”
El recién asumido presidente de Argentina, Javier Milei, sorprendió al mundo en su primer discurso por su honestidad, a ratos brutal, pero sincero.
Esto no deja de ser llamativo toda vez que los políticos están muy mal acostumbrados a prometer y decir un sinfín de cosas, que sean del agrado del receptor de turno, sin el más mínimo ápice de cumplir con sus anuncios.
En este caso, la diferencia radica en que Milei no es político y siempre se ha caracterizado por decir lo que piensa, sin oscuridades ni sombras.
Cuando Milei dice “tengo que decírselos de nuevo: no hay plata” o “prefiero una verdad incómoda a una mentira confortable” lo que está haciendo es, en primer lugar, asumir el desastre heredado desde el Kirchnerismo y, a su vez, reafirmar su identidad.
En Chile, nuestra clase política – de lado y lado – bien podría tomar nota de esto, más aún cuando pareciera que la verdad es un valor en franca retirada, casi al borde de la extinción. La gente en Argentina entiende que se vendrán tiempos duros, muy complejos, pero aún así respaldan a su Presidente valorando el escenario realista que, por lo demás, es muy difícil de ignorar.
Ahora claro, una cosa es la sociedad trasandina y otra, diametralmente distinta, la chilena. Esta última mucho más acostumbrada a “queremos nuevas mentiras” que a hablar con la verdad. Veremos, en el mediano plazo, si Chile encausa su rumbo o seguimos pavimentando el camino al precipicio.
Rodrigo Durán Guzmán
