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“Me arrepiento de haber comprado”: Vecinos ante la pesadilla de vivir en “loteos brujos”

Cristian Cáceres

La cantidad de publicaciones, noticias y llamados de la autoridad que hacen referencia a los problemas de comprar de manera irregular predios en sectores rurales, desde el terremoto del 2010, que han empezado a copar las redes sociales a tal nivel que, hoy por hoy, cuesta creer que alguien no sepa que el comprar derechos sobre un sitio, no da derecho a inscripción, no permite edificar, cercar ni urbanizar.

Sin embargo, lejos de causar el efecto deseado, que es el desincentivar la compra y venta de loteos brujos o irregulares, el fenómeno no para de crecer y uno de los argumentos que más se leen en redes sociales en favor a esta insistencia, da a entender que muchos creen que la restricción que prohíbe comprar menos de 5 mil metros cuadrados en suelo rural, es puramente mercantilista.

“Cada uno compra de acuerdo a lo que puede” o “dejen que la gente compre, esto no es sólo para los que tienen plata”, son algunos de las reacciones más comunes en los foros en donde se discute el tema.

Pero en realidad las razones son otras. Estas parcelas no cuentan con mecanismos de extracción de basura, ni con factibilidad para instalar redes de agua potable, ni alcantarillado, ni de redes de alumbrado público, y lo que es peor, de red de alcantarillado.

Entonces mientras más personas llegan a un mismo fundo loteado a instalar sus casas, comienza una sobre extracción de agua desde las napas, lo que se nota con claridad en los veranos, cuando ya las casas no cuentan con agua en algunas horas del día. En estricto rigor, la normativa dice que cuando se inscribe un pozo para consumo humano, inmediatamente queda restringida la perforación de un pozo en 200 metros alrededor. Evidentemente, letra muerta.

“Aún así, este tema no es tan complejo como lo que pasa con las fosas sépticas ya que si se tiene un terreno de 5 mil metros cuadrados y los subdivides en lotes brujos de cinco lotes de mil metros cuadrados, tendrás cinco fosas sépticas, las que estarán cerca de las norias y terminan por contaminar las aguas que son bebestibles”, explica Domingo González, director regional de Conaf, entidad que en conjunto con el SAG y la Seremi de Bienes Nacionales, formaron una mesa de trabajo con miras, preventivas y coercitivas en una región como la de Ñuble, donde la problemática es sencillamente grave.

A esto se debe sumar los infernales problemas con la señal de Internet, caminos generalmente en mal estado, el crecimiento desordenado de viviendas que hacen aún más complejo una regularización urbanística y los constantes riesgos de incendios, a los que malamente Bomberos podría llegar a tiempo.

Los municipios no tienen recursos para satisfacer las demandas de la cada vez mayor cantidad de vecinos que se instalan ahí y ni el Serviu ni el MOP puede iniciar un proceso de urbanización porque, estos loteos están en suelo rural y el Plan Regulador Comunal (herramienta legal) no lo permite.

Por eso, cada vecino de esos sectores consultados por LA DISCUSIÓN, respecto a si le recomendarían a alguien comprar ahí, por buena que sea la oferta, la respuesta fue una sola: “No, de ninguna manera, vinimos por un sueño y ahora estamos viviendo una pesadilla que no nos deja ni dormir”.

¿Estás arrepentida?: Sí

Marcia Bustos es una de las personas que compraron un sitio de 5 mil metros cuadrados en sector urbano en Oro Verde, y que es parte de un grupo de vecinos que presentaron una querella por estafa en contra de quien les vendió los loteos. La razón es que, pese a tratarse de ser un sector urbano, no les explicaron que era de uso exclusivo industrial, no residencial.

“Hay un tema de desconocimiento por parte de los compradores, pero también hay abuso de las personas que venden y promueven la venta de este tipo de sitios, lo que se suma a la negligencia de otros estamentos como las notarías o los conservadores de Bienes Raíces, que no te dicen nada pese a que saben que las posibilidades de que una persona a la que le están vendiendo derechos sobre un terreno, la puedan estar estafando o engañando”, explica.

Dentro de las mayores problemáticas de vivir en lugares como esos, pone en relieve los malos caminos (impensables para un citycar), la inseguridad o la imposibilidad de aspirar a un proceso de urbanización, no poder optar a servicios básicos, acceso a luz, a una red de agua potable o de alcantarillado que es lo mínimo que se necesita para poder vivir en forma digna.

“Hoy me siento obligada a vivir ahí, porque no tengo nada que acredite que esto es mío, estoy como cuidadora de mi propia casa, obligada a permanecer acá para demostrar que esta casa es mía ya que no hay documento que lo acredite”, reflexiona.

Cabe preguntar, entonces, si en esas condiciones vale la pena hacer algo tan normal como invertir en mejoras para las viviendas.

“Uno trata de acomodarse siempre, tratar de estar lo mejor posible, como por ejemplo el otro día planté unas flores para que mi terreno se viera más lindo, pero no estamos motivados para hacer mucho más porque sabemos que en cualquier momento algo puede pasar. La angustia es enorme, a veces no puedes dormir pensando que pueden pasar 30 años y que no puedas regularizar tu casa, no las puedas vender, no la puedas heredar. En el fondo, que mi casa nunca sea mía”, concluye.

Con una molestia que no esconde, finaliza diciendo que “no entiendo cómo esta persona (el empresario) sigue y sigue vendiendo y que haya gente que le sigue comprando”.

Más emblemática es la situación de loteos como los de Pan de Azúcar, Valle Escondido y Valle Hermoso, en Chillán Viejo.

Han sido víctimas de anegamientos que los han dejado aislados y de incendios de pastizales que a más de uno les ha hecho creer que su casa se iba a perder entre las llamas.

Rosa Labrín vivía en Ovalle, Región de Coquimbo y cuenta que se vino a ese rincón de Ñuble persiguiendo el sueño de vivir tranquila en el campo y “por tener un terrenito”.

“Era algo tan sencillo como cumplir el sueño de vivir en un lugar con harto verde, con bonita vista o criar gallinas. Pero cuando compramos no sabíamos que al adquirir derechos, prácticamente no puedes hacer nada, es decir, no puedes construir, no puedes cercar ni nada, eso lo empiezas a saber después cuando te das cuenta que necesitas que se instalen servicios básicos y ni la municipalidad ni la gobernación puede hacer nada porque no son terrenos regularizados. De haber sabido eso antes, sinceramente, no compro”.

Tras cerca de cinco años en el lugar, también se queja por los malos caminos, el no contar con resumideros de agua o el no tener alumbrado público.

El ver que cada verano es más complejo que salga agua de las llaves los ha forzado a organizarse para solicitar ayuda. En la municipalidad, en la Intendencia, en los canales de televisión y en donde adviertan que hay alguna oportunidad. Pero no es mucho lo que se avanza y así han pasado los años.

“Más encima, está llegando cada vez más y más gente. Antes, al menos no entraban a robar a las casas, ahora en algunas partes por ahí, por lo que los vecinos van escribiendo en los WhatsApp, se puso complicada la situación”, advierte.

La dirigente vecinal, Aurora Rojas, admite que compró por “ignorancia, tal vez. Pero eso le pudo pasar a mucha gente que vivió toda su vida en la ciudad, aunque ahora hay más información y aún así sigue llegando gente, algunos sabiendo que no pueden, pero ellos no se dan cuenta que llegan a vivir no solo a una casa, sino a un lugar que tiene muchos problemas”.

Advierte que pese a los esfuerzos como Junta de Vecinos por conseguir apoyo para sus problemas, sólo se vuelven de cada reunión con el consuelo que lo podrán conseguir “más adelante”. Nunca un “ahora”.

“No, no le recomiendo a nadie comprar así. Imagínese que cada vez es peor, porque por ejemplo yo me hice un pozo de 12 metros y antes siempre tenía agua, ahora, a veces está seco.

Los incendios son terribles. Recuerdo que hace unos años, hubo uno muy grande y el fuego se estaba propagando para todos lados, a nosotros nos hizo de cortafuego el camino, pero de verdad sentí mucho miedo que se quemara mi casa y a los Bomberos siempre les cuesta llegar o a veces se pierden. ¿Si estoy arrepentida de haber comprado acá?, diría que sí, si hubiese sabido en lo que me estaba metiendo, no habría comprado”, finalizó.

Inseguridad y narcotráfico

Para aumentar las ventas, quienes lotean ese tipo de terreno dejan los caminos y pasos de servidumbre más estrechos de lo que Bomberos o el Samu recomendarían.

“El tiempo de respuesta se alarga, cuando nos llaman de ese tipo de lugares, porque como no sabemos dónde están ya que no son viviendas que queden dentro un plano regulador, tampoco contamos con señaléticas que nos ayuden a dar con los pasajes o determinados sectores. Y cuando llegamos nos encontramos con no cuentan ni con un grifo ni con un arranque del que podamos sacar agua y eso es muy complicado para nosotros”, explica el superintendente de Bomberos Chillán, Enrique Vejar.

Finalmente, y altamente preocupante, es que como ya han advertido algunos parlamentarios en otras regiones del país, como Francisco Huenchumilla, José Miguel Insulza, Felipe Kast o Jaime Quintana, y es que se ha detectado la proliferación de bandas ligadas al narcotráfico y al crimen organizado, cuyos integrantes advierten en este tipo de territorios, un refugio ideal debido a sus malos caminos, escasas vías de evacuación, nulo alumbrado público y ausencia de mapas de referencia, lo que dificulta el ingreso de policías, allanamientos y localización de estas bandas.

Fenómeno que se desarrolló con fuerza en otros países de Sudamérica como Colombia o Brasil, sin solución hasta la fecha.

“Los loteos brujos tienen sitios cercados y pinchados, que están a la venta por el controlador de la toma…los campamentos tienen colonización inmediata y en los loteos brujos no…este modelo consolida la informalidad, viene del modelo mexicano y puede ser una rama inmobiliaria de los narcotraficantes” advirtió el arquitecto de ATISBA, Iván Poduje, quien expuso sobre este fenómeno ante la Comisión de Seguridad de la Cámara Alta.

Felipe Ahumada

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