En el marco del Día Mundial del Agua, representantes de la comunidad, de los gremios, de los regantes, del sector público y de la academia participaron ayer en el seminario “Embalses para Ñuble”, organizado por la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción, en conjunto con la Asociación de Agricultores de Ñuble y la Junta de Vigilancia del río Ñuble (JVRÑ).
En la instancia abordaron el déficit crónico de Ñuble en infraestructura de acumulación de agua, que se expresa en que tiene una capacidad de almacenamiento de 29 millones de metros cúbicos, que corresponden al embalse Coihueco, mientras que otras regiones, como el Maule llegan a 3.271 millones de m3 y Biobío supera los 6.000 millones de m3.
El ingeniero y asesor de la JVRÑ, Salvador Salgado, aseguró que si se concretaran los tres principales proyectos de embalse en la región (La Punilla, Zapallar y Chillán) la capacidad de regulación de Ñuble se acercaría a los 900 millones de m3. En esa línea, detalló que actualmente La Punilla se encuentra en licitación (desde noviembre de 2021), el Zapallar está en evaluación ambiental desde septiembre de 2020 y el Chillán está en etapa de estudios.
Según el profesional, esta postergación de las inversiones ha tenido efectos negativos en la zona, que se expresan en el debilitamiento del mundo rural, la migración campo-ciudad y el desempleo. Ello, porque sin seguridad de riego se hace más difícil mejorar los ingresos de los agricultores.
Salgado enfatizó, además, la situación de sequía que afecta a la zona desde 2008 a la fecha, por lo que los agricultores solo están regando un tercio de las 60 mil hectáreas de riego en la cuenca del río Ñuble, cuyos mayores caudales se observan entre julio y noviembre -debido a las precipitaciones y deshielos-, en circunstancias que la temporada de riego comienza en noviembre.
Por su parte, el vicedecano de Agronomía, Manuel Faúndez, advirtió que “nos pasamos cien años sin tener nada. No se ha avanzado y eso es lamentable. Los estudios demoran y esto se va entrampando, por diferentes razones, y eso al país no le hace bien, sobre todo, en la situación en que nos encontramos con esta sequía y lo que viene también con respecto al cambio climático”.
El académico reiteró el positivo impacto económico de los embalses, aunque precisó que “no podemos quedarnos reducidos a una mirada productivista, también hay que mitigar esos efectos nocivos que tienen en algunos agentes”.
Graciela Correa, gerente de la Federación de Juntas de Vigilancia de la Región de O’Higgins, analizó el impacto que ha tenido la construcción y operación del embalse Convento Viejo, de 2008, e instó a los regantes de la región a trabajar unidos para lograr que el Gobierno le dé celeridad a los proyectos pendientes.
Consejos de cuenca
Según argumentó el académico de la Facultad de Ingeniería Agrícola de la UdeC, Dr. José Luis Arumí, “nos faltan sistemas de almacenamiento que nos permitan aprovechar la abundancia de agua invernal para usarla en el verano”.
El hidrólogo valoró la decisión gubernamental de crear los Consejos de Cuenca, “una nueva gobernanza donde, de alguna forma, se va a tratar de vincular a los distintos actores que hay en cada cuenca, con o sin derechos, con sus distintas aspiraciones, por ejemplo, el turismo, y buscar que todos conversen y generemos confianzas”.
Arumí planteó que un embalse se puede considerar un proyecto de bien común que sirva como catalizador de los consejos de cuenca. “Pero tenemos que empezar a pensar no solo en la componente riego, sino que el embalse puede favorecer a mucha gente, por ejemplo, lo que ocurrió con el Angostura o el Puclaro, que tienen usos adicionales, como el turismo. El diseño y operación del embalse se tiene que hacer pensando no solo en el factor agrícola para que sea factible y mi sugerencia es que lo tomemos como un proyecto de bien común dentro del consejo de cuenca que va a funcionar acá”.
