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Constructivismo y (mala) educación

En esta columna hemos comentado acerca de algunos de los elementos o factores que están en la base de la larga crisis educacional. Pero hay uno respecto del cual poco se ha explicado: el constructivismo.

Hace unos días, entre otros factores que explicarían la crisis en educación, el rector Carlos Peña escribió en un diario que algunos docentes han empobrecido el quehacer pedagógico “intoxicados con alguna forma vulgar de constructivismo”.

Respecto de este enfoque pedagógico Gregorio Luri, académico español, en numerosas publicaciones ha expuesto suficiente evidencia que señalan a las pedagogías apoyadas en las filosofías educacionales constructivistas como nocivas para el aprendizaje. En “La escuela no es un parque de atracciones” detalla a través de una narrativa simple y bien fundada, los múltiples equívocos o perjuicios que provoca o impulsa dicha perspectiva. Además, describe algunas de las recurrentes consigas que se promueven en las escuelas con enfoque constructivista: “los alumnos que menos memorizan sacan mejores notas”; “el estudiante del siglo XXI construye el significado”; “los niños tienen que desarrollar competencias para la vida, no adquirir conocimiento de forma preventiva”; ”el esfuerzo conduce al fracaso”; “en la pedagogía tradicional el término esfuerzo tiene un significado muy concreto: está unido al dolor, al sufrimiento, al malestar”; “las clases deben ser hechas por el alumno, no por el profesor”; etc.

Asimismo, Inger Enkvist plantea en “El complejo oficio del profesor” que la pedagogía constructivista es un enfoque educacional que entre otros aspectos pedagógicos, se equivoca al contraponer memoria y comprensión. También derriba el mito de que sería peligroso para la creatividad aprender mucho. Sin embargo, la crítica más específica de Enkvist es la referida a la pretensión metodológica de enseñar a pensar críticamente sin antes proporcionar todos los conocimientos que sean necesarios. En opinión de la académica sueca, quienes aceptan este modo de proceder no les importa que los docentes no sean expertos en sus materias, algo perjudicial para lograr una buena educación.

La académica sueca en “La buena y la mala educación. Ejemplos internacionales” es bien precisa además, en señalar que en la base filosófica del constructivismo hay una perspectiva relativista de la realidad, lo que evidentemente tiene consecuencias epistemológicas, antropológicas y éticas: “el constructivismo es una teoría que afirma que el conocimiento del ser humano consiste en una construcción de ideas y estructuras en el cerebro. Sin embargo, los pedagogos constructivistas suelen ir más lejos, porque suelen negar la existencia de una realidad independiente de la percepción y la voluntad humana. Creen que todo conocimiento es un invento, una creación, sin una relación con una realidad objetiva”.

Creemos que es momento para que las escuelas de pedagogía consideren las evidencias. Asimismo, se hace necesario que puedan reorientar tanto el proceso de formación inicial de las futuras educadoras y los futuros docentes, como los perfeccionamientos a profesionales en ejercicio.

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