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Aumento del presupuesto para ciencia

Corfo

Cuando en 1994, recién recuperada la democracia, se le preguntó al entonces ministro de Hacienda, Alejandro Foxley, qué hacer para elevar el crecimiento económico de Chile, la respuesta fue: “invertir, invertir e invertir”. Y con toda razón, ya que la evidencia internacional demostraba que en general aquellas economías que destinaban una parte importante de su producto interno bruto a inversión mostraban mejoras sostenidas en las tasas de crecimiento del PIB y el PIB per cápita.

Hoy en día si se hiciera la misma pregunta, la respuesta inequívoca sería “innovar, innovar, e innovar”. Esto significa que más allá de la inversión y acumulación de capital es la productividad de los factores que explica la diferencia de crecimiento de los ingresos entre países y que depende fundamentalmente del progreso tecnológico y la innovación.

Sin embargo, la evidencia no es alentadora para Chile. Los recursos destinados en nuestro país a la Investigación y Desarrollo (I+D) no superan el 0,34% del Producto Interno Bruto (PIB), y hace una década que esa proporción no cambia, mientras que el promedio de la Ocde sextuplica esta inversión. Incluso en países como Finlandia, Suecia, Israel, Japón y Estados Unidos gastan casi el 5% de su PIB en I+D.

Tal menosprecio al aporte que puede hacer la ciencia al desarrollo nacional y regional persistió durante sucesivas administraciones, y por lo mismo, el anuncio de un aumento de 9,6 puntos porcentuales en Ciencia y Tecnología que considera el Presupuesto de la Nación para 2023, es visto como una importante oportunidad para el futuro del país y el desarrollo de esta área del conocimiento de cara a las próximas décadas.

Se trata de casi 76 mil millones de pesos, una cifra histórica, pero la verdad es con ella solo llegaremos al 0,37% del PIB. Esto porque en nuestro país quien más invierte es el Estado junto a las universidades.

Hay voces que argumentan que en Chile el Estado debe hacer el peso de llegar al 1%, sentando así las bases para que el resto de sectores se sumen. Pero lo cierto es que para que llegar a un 1% de gasto en I+D –de forma sostenible– debe existir un ecosistema que lo necesite, financie y regenere continuamente. Si no existe esa imbricación, la I+D difícilmente será parte fundamental de la economía del país.

En resumen, para que la inversión pública en I+D sea efectiva, requiere de una estrategia con lineamientos y objetivos sostenibles, y estímulos a la inversión privada en innovación en diversas formas: incentivos económicos, facilidades regulatorias, y centros sectoriales especializados en innovación, como el que proyectan en Ñuble el Gobierno Regional y la Universidad de Concepción, en materia de agroalimentación y desarrollo de una agricultura con mayor valor agregado.

Si esto se hace correctamente, la inversión privada en investigación y desarrollo aumentará junto a la pública, y con el tiempo lo hará a un ritmo superior. Esto, a su vez, dará mayor competitividad a nuestras empresas, generando más riqueza y más y mejores puestos de trabajo en una región que justamente necesita mejorar la calidad de su mercado laboral.

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