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Atraer inversiones

Cristian Cáceres

Hay consenso transversal sobre la necesidad de que Ñuble cuente con un plan de atracción de inversiones, no solo por la caída del indicador a nivel nacional observada en los últimos años, sino por el rezago estructural que exhibe la nueva región, lo que se traduce en un menor crecimiento y un escaso dinamismo en la generación de empleos.

Por ello, deben valorarse las propuestas que apunten a revertir este cuadro, como las formuladas recientemente por Prochile sobre crear una unidad regional de asuntos internacionales y una oficina regional de atracción de inversiones, lo mismo que otras buenas ideas que han surgido para atraer capitales a la zona, como la creación de una zona agroindustrial, como la que propuso el economista Renato Segura, o las referidas a incentivos tributarios y créditos especiales, como los que se han aplicado en La Araucanía y que fue promovida por la Corporación de Adelanto y Desarrollo de Ñuble.

Tales ideas tienen diferentes niveles de respaldo entre las autoridades y lideres gremiales y parlamentarios de la zona, pero de lo que no hay duda -y en ello todos deberían coincidir- es que se necesitan medidas especiales, diferentes al repertorio conocido hasta ahora para este territorio.

Se trata de algo que podría ser añadido al ideal de responsabilidad de los llamados a liderar la Región, y es la noción o actitud de la invención; la intención del atrevimiento, una mirada nueva, con más respeto por el futuro y la vida potencial que por la historia y las fórmulas ya probadas, que en el caso del desarrollo regional y la equidad territorial es mejor mirar con recelo.

En efecto, hoy el eje longitudinal que constituye la zona de riego desde Ñiquén a Pemuco, incluidas las comunas de San Carlos, Chillán, Chillán Viejo y Bulnes, concentra el grueso de las inversiones del rubro frutícola y agroindustrial. Es por ello que cualquier estrategia de atracción de inversiones también debe considerar las potencialidades del secano y rubros como el turismo, la energía y la industria maderera en el Valle del Itata y en la zona cordillerana, así como apostar decididamente por profundizar y diversificar el sector de los servicios.

Las oportunidades para el desarrollo de la Región de Ñuble, a partir de nuevas inversiones, son casi ilimitadas. Borrar el “casi” estará dado precisamente por la capacidad de las autoridades de innovar en su gestión destinada a captar el interés de potenciales inversionistas. Una misión ambiciosa, pero que de ser exitosa tendrá un positivo impacto en la economía y en los ingresos de sus habitantes.

Para mirar adelante, para aspirar a una región que sea capaz de revertir todos los indicadores negativos con que partió habría que tomar en cuenta otras variables que no suelen ser consideradas en la escena política local. Sería ése un acto de lo que deberíamos llamar innovación política, una forma de darle una vuelta inesperada al predecible desenlace que han tenido las fórmulas tradicionales de atracción de inversiones en la Región de Ñuble.

La innovación, dejar de avanzar por la vía acostumbrada y animarse a optar por una enteramente distinta, es el factor que hace de la gestión política algo superior.

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