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El antes y después en la vida de quienes hoy cuentan con agua potable rural en Ñuble

Mauricio Ulloa

Hasta un tiempo atrás para algunos habitantes de la región de Ñuble conseguir agua para sus hogares era una odisea. En la actualidad, el simple acto de abrir la llave para dar paso al recurso apto para el consumo y sin interrupciones, se ha convertido en un lujo que les ha cambiado la vida y que asumen con responsabilidad ante la crisis hídrica que afecta al país.

En el territorio ya son más de 155 mil los ñublensinos que reciben el elemento bajo el sistema de Agua Potable Rural (APR), hoy llamados Servicios Sanitarios Rurales (SSR) los cuales son 236, con un total de 50.139 arranques.

Ana María Muñoz Soto (57) vive camino a Monteleón, en San Nicolás, hace más de 30 años junto a su marido, quien obtiene ingresos haciendo huertas, limpiando galpones y cuidando animales en predios cercanos. Sus dos hijos ya se independizaron, ella está en Chillán y él cerca de su campo.

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Hace más de un año ya tienen agua potable rural, dejando atrás años de sacrificio tras la búsqueda del recurso vital. Antes dependían de un pozo que compartían con su cuñada. Sin embargo, nunca era suficiente para responder a los requerimientos domésticos. Idas al estero y el reciclaje del agua lluvia eran parte de su rutina para subsistir.

“Se nos secaba el pozo y nos venían a dejar agua de San Nicolás, pero el agua no era suficiente, porque había que ocupar y acarreábamos del estero en tarros para echarle a los baños y para lavar. El poquito que nos quedaba del pozo lo dejábamos para el consumo. A veces, cuando llovía, ocupábamos las goteras para enjuagar y fue una experiencia muy mala. Me emocionó al contarle, porque sufrimos con los tarros que trasladábamos del estero a la casa. Nos enfermamos muchas veces y a veces me caía al estero sacando el agua. Nos cambió la vida el agua potable, porque ahora podemos abrir una llave y lavarnos la cara, en ese tiempo a lo mejor ni la cara nos lavábamos para juntar el agua para tomar, nos cambió mucho la vida el APR. Antes íbamos a buscar el tarro de agua primero para poder hacer nuestras necesidades”, recordó.

En el periodo estival, cuando se secaba el pozo, Ana detalló que un camión aljibe llegaba al terreno donde estaba la casa de su suegra, a quien por su avanzada edad y enfermedad, se le priorizaba el beneficio, por lo tanto, debía depender de la caridad de otros.

“Como aquí vivimos en la misma parcela, y como la jefa de hogar era mi suegra, era adulta mayor y diabética, tenía derecho al agua del camión. Así que venía un sobrino de San Carlos a dejarme unos tarros. El camión llegaba con dos tarros de 200 litros y venía todos los jueves. El agua se hacía poca para ellas y a mi suegra había que lavarla más por su enfermedad. Y mi sobrino, como tenía una camionetita, me traía casi todas las semanas”, dijo.

Tras casi 20 años de vivir bajo ese sistema, el presente le sonríe a Ana, porque ya son parte del pasado las precariedades que pasó por la falta del elemento vital.

“Después, cuando llegó el agua potable, tenemos lavadora automática, llegar y sacar la ropa. Uno va al baño tranquilamente, antes no, porque para poder hacer nuestras necesidades teníamos que ir a buscar el tarro del agua al estero y después hacer. Fue un cambio grande. Nos bañábamos en el estero que pasa por mi casa, y de repente la gente botaba basura y hasta los baños los descargaban ahí, y nosotros, bueno, teníamos que buscar la manera de bañarnos ahí”, reveló. “Ahora tener APR es un lujo, no andamos con baldes”, agregó.

A más de 30 kilómetros de Ana, en San Ignacio, vive Rosa Candia (62) en Camino a San Miguel. Sus tres hijos ya emigraron del lugar, y hoy permanece con su marido y un nieto.

El terremoto de 2010 puso punto final al pozo que tenía para abastecerse de agua, ya que se secó producto de la alteración de las placas. Desde esa fecha se comenzaron a efectuar las gestiones para acceder al APR.

“Tuvimos que hacer un pozo, porque antes teníamos que acarrear baldes de distintas partes. El pozo tiene 34 años. Era muy sacrificado porque teníamos que sacar agua con balde hacia arriba. Tiene más de 14 metros de hondo, pero a la vez era bonito (…) El terremoto había puesto fin al pozo, porque se corrieron las placas y lo tapó y se secó el pozo. No sacábamos más que un balde de agua. Y por ahí un cuñado que se había venido de Santiago comenzó hacer las averiguaciones con la cooperativa”, comentó.

En medio del proceso de la esperada APR, su familia requería de la asistencia de un camión aljibe y de un vecino que tenía un pozo al que debía recurrir cuando la necesidad era mayor, aunque no siempre le extendía una mano, porque el recurso era escaso.

“Me dejaban agüita del camión y me llenaban cinco baldes, ahí tenía que movilizarme y lavar en los canales que me quedaran más cerca. La pasamos mal, pero ahora, gracias a Dios, tenemos APR que no ha fallado, pero antes era muy sacrificado. Mis hijos no se enfermaban, porque cuando recibíamos el agua de la municipalidad, a veces la hervíamos, cuando no, íbamos al frente de mi casa, donde había una casa antigua que tenía un pozo, iba a buscar agua ahí para que tomaran los chiquillos y para hacer la comida, pero a veces recibíamos humillaciones, porque nos decían que les íbamos a secar el pozo. A veces nos convidaron y a veces no. Uno o dos baldes le pedía”, detalló.

Afortunadamente, Rosa hoy solo tiene palabras de gratitud para quienes trabajaron en el proyecto de APR, porque ahora goza de una mejor calidad de vida.

“Somos de campo y aperramos no más. Y si había que lavar, íbamos a buscar agua a los canales y acarreábamos a cada rato. No nos quedaba otra, había que moverse. Uno era joven, se la podía, pero ahora ya vieja no es capaz para eso. Hay que mortificarse, el campo es así, es duro. Ahora tener APR es un lujo, no andamos con baldes ni jarros. No andamos pidiendo. No juntando agua para bañarnos. Es una maravilla. Es súper lindo, porque tenemos todo a mano, no la tenemos que estar hirviendo o tener cuidado con la inseguridad de comer algún bicho”, destacó.

Del pozo al APR

Jeanette Cerda es presidenta de la Junta de Vecinos de Villa Santa María, en Coelemu, donde hace seis meses cuenta con agua potable. Su casa, en rigor, es una mediagua mejorada que logró levantar en un terreno que con mucho esfuerzo compró con su marido, producto de su trabajo como comerciante ambulante. Vivió por 10 años ahí y hasta hace poco tiempo decidieron habitar la casa de sus padres en el sector urbano de la comuna.

La dirigente y madre de 4 hijos comentó que en el pasado tenían un pozo con una motobomba en el lugar, y en tiempos de sequía, recurrían a los camiones aljibe e incluso a la ayuda de Bomberos para disponer del elemento vital.

“Se cortaba en verano, tal vez porque bajan las napas y había días en que no teníamos agua. Muchas veces se nos quemaban los motores, porque trabajaban en seco y no tenía agua el pozo. Entonces, dependíamos de un camión aljibe. A ese pozo le hacíamos un estudio de agua todos los años, para ver el estado y descartar contaminación. Pudimos seguir tomando agua, porque estaba dentro del rango normal. Siempre nos decían que ojalá la mejoráramos en tiempo, porque los niveles de hierro eran muy altos, por el tema del relleno. Es un terreno que siempre ha estado rellenando, porque siempre se han botado ahí escombros, basura y se sentía el miedo que se filtrara algo a la napa de la puntera. Fue tanto que se nos cortaba en este tiempo el agua, que con la DOH ganamos un proyecto y ahí nos mejoraron el tema”, relató.

“A veces ellos (Bomberos) nos tenían que ir a dejar agua, porque la municipalidad, muchas veces no respondía a los requerimientos. Ellos ponían la manguera, se conectaban y nos tiraban el agua. Nunca pudimos comprar estanques. Sí, la municipalidad, a veces, nos ayudaba con los motores, se nos quemaban muchas veces porque bajaba la napa, trabajan en seco y eso desgastaba el material. Una vez nos robaron el motor y las cañerías”, añadió.

En la actualidad, Jeanette, valoró que el sector disponga de agua potable. Sin embargo, advirtió que la implementación de alcantarillado es una deuda pendiente, un sueño que los vecinos anhelan concretar.

“Más tranquila, porque saber que se estaba tomando un agua que era más potable, porque antes existía mucho miedo de lo que se tomaba. Gracias a Dios nunca nos enfermamos. Como sabíamos que estábamos en esa condición, siempre tuvimos mucha precaución de hervir el agua. (…) Dejé de vivir ahí, por el tema sanitario. Esa población no tiene urbanización, no tenemos alcantarillado. La mayoría de las familias usan fosas plásticas y las mías son dos fosas que eran dos tubos de cemento. Creo que se me filtraba agua, porque no había usado casi nada mi baño, cuando ya estaba llena”, señaló.

Cifras

A la fecha, el Ministerio de Obras Públicas está construyendo 7 Servicios Sanitarios Rurales (SSR), equivalentes a 1.769 nuevos arranques, vale decir, más de 12 mil ñublensinos podrán contar con agua potable rural, proyectos en que está invirtiendo más de 10 mil 929 millones de pesos.

Hoy en la región hay 236 SSR con un total de 50.139 arranques, es decir, se ha cambiado la vida a más de 155 mil personas que pasaron de abastecerse con camiones aljibe a tener sus propios sistemas de agua potable.

“Debemos poner énfasis en este tipo de obras, porque tener un sistema de agua potable es un sistema que entrega una dignidad mínima a las familias. Esto es parte de lo que tenemos que hacer como Ministerio, en una región tan retrasada con respecto al nivel medio del país, en esta materia. (…) En el MOP no somos solo fierro y cemento, somos una cartera que trabaja para mejorar la calidad de vida de las personas, con obras que van en esa línea, eso es parte de nuestra política de ser un buen vecino”, dijo el seremi del ramo, Paulo De la Fuente.

El director regional de la Dirección de Obras Hidráulicas, Gustavo Méndez, manifestó que se efectúan capacitaciones a 188 SSR que reciben asesoría externa de Essbío, en virtud de la nueva Ley 20.998, que ordena el manejo de los comités y la distribución del agua en sectores rurales.

“La DOH ha trabajado de manera paulatina con todos los SSR, y también en colaboración con Essbio, entregarles a todos estos servicios sanitarios rurales empoderamiento en todas las líneas que estos requerirán, como contabilidad, mantención de los equipos, capacitación a operadores, en síntesis, poder ayudarlos a que aborden todo lo que requiere un buen trabajo y manejo de los SSR”, indicó.

Dependencia del camión aljibe

La Delegación Presidencial de Ñuble está trabajando en la Provincia de Diguillín, donde alrededor de 25 camiones aljibe poseen capacidad de transporte y distribución de agua potable para el consumo humano, desde los 8.000 litros hasta 20.000 litros, abasteciendo este cuarto trimestre de 2022 a 13.021 beneficiarios, es decir, cerca de 3.200 familias, equivalente a una cantidad de aproximadamente 50 millones de litros a abastecer. La frecuencia de entrega es a lo menos dos veces a la semana por familia beneficiada.

Se distribuye el recurso por camiones aljibe en las 21 comunas, como también, en algunas APR o Comités Rurales de Agua Potable, como Huenucheo, de Quillón; Los Maitenes y Rucapequén, de Chillán Viejo; y Ranguelmo, de Coelemu, entre otros.

Para el pago a proveedores que prestan el servicio de abastecimiento en la Provincia de Digüillín, se requieren cerca de $843 millones.

“Sabemos que el recurso hídrico es relevante para Ñuble, una región rural y donde muchas familias dependen de ello con urgencia. El rol nuestro como Gobierno del Presidente Boric es buscar todas las herramientas necesarias para ir en ayuda de nuestros vecinos y vecinas”, expresó el delegado presidencial Gabriel Pradenas.

 

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