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Violencia de género

En la consagración social y jurídica de la igualdad esencial entre el hombre y la mujer se han hecho progresos que, afortunadamente, se proyectan cada vez más en el plano de la realidad social cotidiana, aunque todavía subsistan amplios bolsones de atraso, inocultables en muchos países, el nuestro incluido.

En la tradición del humanismo cultural que está en la base de nuestra civilización, el ejercer violencia física sobre una mujer es considerado desde hace siglos un acto despreciable. Ello, sin embargo, no significa negar que en Chile impera todavía una fuerte cultura machista.

Ha pasado mucha agua bajo el puente desde la sanción de nuestro Código Civil, en que la mujer casada era considerada una incapaz relativa de hecho. La Declaración de los Derechos Civiles de la Mujer y las reformas profundas que se fueron sucediendo en la legislación nacional e internacional han colocado de derecho a la mujer en el plano de igualdad que le corresponde por naturaleza.

En nuestro país, la casuística sobre la que cada vez se conoce más y las normas sobre violencia familiar que datan de los últimos años, han puesto de relieve la real dimensión de un problema que pertenece a la categoría de los temas sobre los cuales, lamentablemente, no se habla lo suficiente. Se calcula que de cada cinco hechos de violencia doméstica que se producen solo se denuncia uno.

Por eso siempre es importante cuando la reflexión y concientización en torno a la prevención de la violencia de género ocupan un lugar destacado en la agenda pública, como ocurre con jornadas académicas, difusión por redes sociales y expresiones de líderes de opinión. Importante también porque el énfasis apunta a entender que la violencia ejercida sobre la mujer está lejos de circunscribirse a los sectores caracterizados por bajos niveles socioeconómicos o culturales.

Tanto este viejo y arraigado prejuicio como la escasa preparación o disposición de muchos profesionales para acercarse a este problema, sumados a eventuales prejuicios y la poca importancia que por lo general le han asignado los medios de comunicación al tema, invitan a actuar con mayor convicción y alcance.

En efecto, un papel principal corresponde a los medios de comunicación, que poseen herramientas de muy seguro impacto para llegar a quienes no siempre se deciden a replantear relaciones tóxicas que las atan a situaciones que son incompatibles con la dignidad humana.

Es evidente que la violencia de género responde a un grave proceso cultural, psicológico y social, que tiene también ribetes económicos y jurídicos. Es fundamental, entonces, que toda la sociedad se empeñe en terminar con este flagelo, alentando a las mujeres a liberarse de toda subordinación y promoviendo desde edad temprana la convicción de que respetar a las mujeres es un presupuesto insoslayable de la condición varonil.

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