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Tango y política

Señor Director:

“La vida es un tango”, decía Carlos Gardel. Efectivamente, se canta y se baila en muchos países, pero, difícilmente se puede “sentir” como en Buenos Aires. Desde su origen, estuvo ligado al intenso vivir de inmigrantes que llegaron mayoritariamente de Europa atraídos por un territorio de una riqueza asombrosa. Argentina fue en los últimos años del siglo 19 y primeros del siglo 20 el país más rico del mundo y desde esa cúspide comenzó a desmoronarse, primero con los gobiernos radicales, después por intervenciones militares, hasta que a partir de 1946 Juan Domingo Perón convirtió el populismo en un sistema cristalizado que hoy día ofrece resultados deplorables: de más rico en el mundo pasó al lugar 140, casi la mitad en la pobreza, más de 5 millones con hambre crónica, corrupción a todo nivel, delincuencia abrumadora.

¿Dónde quedó el país que tuvo el primer tren subterráneo de América Latina (1913), el mejor sistema escolar y una arquitectura impresionante, al mejor estilo europeo?

Por el contrario, todo se derrumbó y ese escenario lo retrató crudamente Enrique Santos Discépolo, con su tango Cambalache (1934). “El que no roba es un gil…”

Ahora apareció Milei que viene diciendo: “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser…” Un personaje que impresiona con el dominio de cifras, con soluciones abruptas para casi todo, gesticulador, todo un actor que en dos años se cruzó en el camino de las fuerzas políticas tradicionales y que está en la puerta de poner a sus paisanos a bailar un tango de esperanza que devuelva a la Argentina la grandeza del pasado o seguir cuesta abajo en la rodada. Sólo en un país como Argentina puede darse una situación como la que tenemos sobre la mesa. ¿Acaso no todo parece un tango?

Alejandro Witker

Historiador

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