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Sobreuso de pantallas reduciría rendimiento académico

Diario Concepción

Televisores, smartphones, tablets o computadoras. A múltiples dispositivos de pantallas acceden personas de toda edad a diario para diversos fines, desde entretenerse y socializar hasta trabajar o educarse. Las nuevas tecnologías han abierto muchas posibilidades y cambiado la forma de desenvolverse en el mundo, pero todo tiene un límite que si se supera opaca los beneficios.

El sobreuso de dispositivos y exposición a pantallas tiene repercusiones y son especialmente preocupantes en niños, niñas y adolescentes al estar en pleno desarrollo y nueva evidencia local suma una voz de alerta.

Un artículo cuyo autor principal es el doctor Rafael Zapata, miembro del equipo directivo del Centro de Vida Saludable de la Universidad de Concepción y director del Departamento de Didáctica, Currículum y Evaluación de la Escuela de Educación del campus Los Ángeles, advierte el uso excesivo de pantallas en escolares de segundo ciclo básico del Biobío y que a más horas frente a estas hay menor rendimiento escolar.

El trabajo es parte de la última edición de la Revista Chilena de Pediatría y participaron investigadores de las universidades Católica de la Santísima Concepción, Metropolitana y Santo Tomás.

Los datos los proveyó la “Encuesta de salud y rendimiento escolar de la provincia del Biobío 2018” que realizó con su grupo y se aplicó a 733 escolares de quinto a octavo básico de comunas de la provincia.

Realidad local

Rafael Zapata cuenta que la recomendación general es que infantes no pasen más de dos horas diarias frente a una pantalla (varía según edad) ni se usen antes de dormir. Pero, entre la información disponible está que 75% de los escolares posee al menos una pantalla en su dormitorio, 60% la usa regularmente antes de dormir y más del 83% se expone más de lo aconsejado. Además, la evidencia sobre efectos en variables cognitivas de orden superior (comportamiento y rendimiento) es de la adolescencia tardía.

Por eso se decidió explorar la realidad local de la infancia y adolescencia temprana, a través de un uso de pantalla autoreportado de horas diarias de televisión, videojuegos o navegación por internet. La encuesta reveló que, en promedio, están de 5 a 6 horas diarias frente a estas; niños pasan más tiempo en videojuegos y niñas navegando internet. Los análisis mostraron que quienes pasaron más tiempo frente a pantallas presentaron notas más bajas en matemáticas, lenguaje, educación física y promedio general; también se perciben con menos memoria, más lentos para resolver problemas matemáticos y con más dificultades para mantener la atención en clases o resolver tareas complejas.

Sueño, cognición y rendimiento

También destaca, sin ser dato del estudio, sino parte de la discusión internacional, es que “si se pasa tiempo previo a irse a dormir frente a una pantalla se dificultan los procesos relacionados a conciliar el sueño y tener uno reparador. Entonces, se duerme menos y mal, y es multisistémico el deterioro por el mal dormir: mucha evidencia respalda que el sueño es una variable muy importante para la calidad de vida”. Así, dormir mal y/o poco influye en la energía, ánimo, cognición y rendimiento académico, y entre los mecanismos por los que las pantallas afectan el sueño menciona la estimulación del contenido visto y la luz que emiten, además del desplazamiento de la hora de dormir por usar dispositivos.

Profundizar y promover

Un aspecto que enfatiza Zapata es que la encuesta es previa a la Covid-19 y esta aumentó la exposición a pantallas en toda la población al obligar a confinarse y adoptar un funcionamiento remoto online que se volvió una nueva normalidad que para muchos llegó para quedarse. Cree que es clave profundizar en las repercusiones de esa realidad y no sólo pensando en negativo, pues ha puesto de manifiesto las ventajas de las tecnologías.

Por eso el reto es asumir que hace años y ahora más que nunca los dispositivos son parte de la vida cotidiana y desde la infancia, y se debe educar a NNA para promover un buen empleo, porque de su uso dependen sus efectos. “No se trata de decir que las pantallas son malas y prohibirlas. Nuestro rol como adultos es direccionar y limitar el tiempo de uso y los contenidos a los que acceden niños y niñas”, cierra.

Texto: Diario Concepción

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