Promesa vacía
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Cualquiera sea el contexto político que observemos, en todos, la “participación ciudadana” es un concepto clave de idearios y discursos, y suele presentarse como un objetivo deseable de la gestión de aquellos que la prometen.
Sin embargo, de la declaración discursiva a los hechos hay una distancia. ¿Qué ha decidido usted en su comuna? Lo más probable es que en una minoría, de las 345 que existen en el país, los ciudadanos hayan tenido la posibilidad de incidir en alguna decisión medianamente importante para su territorio, por medio de plebiscitos o presupuestos participativos. Aún así, en la gran mayoría de las comunas, los ciudadanos reducen su participación en los asuntos públicos únicamente a elegir autoridades cada 4 años.
Es cierto que hoy existen mecanismos y espacios de participación a nivel municipal, pero todos ellos tienen la característica común que son de carácter informativos y consultivos. Salvo los presupuestos participativos, los demás no se vinculan a decisiones locales, aunque estas decisiones sean marginales y se reduzcan a sedes, veredas o iluminación. En efecto, desde los 90 y hasta ahora, el protagonismo en materia de participación ciudadana lo han tenido mecanismos informativos y consultivos (programas radiales, boletines informativos, canales de TV municipales, páginas web, consejos de la sociedad civil) que representan el primer eslabón básico de la participación. Asimismo, otros espacios tradicionales son disfrazados de espacios de participación al establecer la figura de los consejos, que en la práctica son una apariencia de participación. Lo peor es que esos espacios suelen transformarse en un instrumento de renovación de liderazgos clientelares, y en algunos contextos, de legitimación de agendas públicas para actores políticos que ven en ellos una oportunidad para imponer su lógica verticalista en el espacio público. Como consecuencia, se transforman en mecanismos participativos cooptados por actores “populares”, pero no representativos, especialmente cuando la sociedad civil no logra empoderarse de los procesos, y la voluntad política del representante adquiere un excesivo protagonismo frente al representado.
El gran desafío de quienes aspiran a ejercer liderazgos en las democracias locales debería ser buscar las formas más eficaces de complemento entre la responsabilidad de la decisión que tiene el representante con las nuevas formas de participación en la decisión que demandan los ciudadanos, lo cual implica compartir espacios de decisión en temáticas municipales. Ese enfoque de participación no pretende reemplazar al representante, sino más bien complementar su acción y mejorar la calidad de las decisiones que se tomen sobre los asuntos públicos locales.
Ni reemplazo de los representantes ni subordinación o cooptación de la participación ciudadana; el camino es el complemento, pero para ello y dada nuestra legislación, se requiere de líderes dispuestos a distribuir el poder y de ciudadanos dispuestos a ocupar esos espacios, exigirlos y hacerlos prevalecer por sobre el discurso vacío de la participación que ha copado la agenda municipal de los últimos 30 años.