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Optimismo por la inflación

Mauricio Ulloa

El rostro sonriente del ministro de Hacienda, Mario Marcel, ayer, se justificaba plenamente. La variación de 0,5% del IPC de octubre se ubicó muy por debajo de lo que estimaban los analistas, que apuntaban a un 1,0%, lo que ciertamente es un alivio en el complejo escenario económico que vive el país.

De esta forma, la inflación acumulada en los últimos 12 meses bajó del 13,7% en que se encontraba en septiembre, a un 12,8% (los analistas esperaban que se ubicara en 13,4%). De hecho, mostró su segunda caída consecutiva, lo que, a juicio del titular de Hacienda, signifia que “podemos tener confianza en que las medidas que se han tomado por parte del Banco Central y del Gobierno en el manejo de la política fiscal, están teniendo efecto y están logrando generar una inflexión en la evolución de la inflación”.

El Central viene subiendo la tasas de interés de manera sostenida desde julio de 2021, con el objetivo de contraer la expansión monetaria que experimentó el país durante la pandemia, uno de los factores internos del alza de los precios. Al subir las tasas, el instituto emisor encarece los créditos de corto plazo, como una forma de desincentivar el consumo.

Según adelantó el ministro, “lo que vamos a ver en los próximos meses son bajas regulares y sistemáticas en la inflación, hasta que finalmente converjamos a cifras manejables que puedan quitar este peso enorme que llega a los bolsillos de las familias”.

La inflación es llamada “el impuesto a los pobres”, porque afecta en mayor medida a quienes destinan el 100% de sus ingresos a consumo, ya que, en la práctica, el dinero vale menos. Es más, si se observa el IPC de los alimentos, la variación en 12 meses llega a 22%.

Hay razones para compartir el moderado optimismo de Marcel. Una de ellas es que el IPC sin los volátiles mostró una variación de 0,1%, lo que puede ser indicativo de una moderación de la inflación más pronto de lo esperado. Por ello, manifestó que “sería prudente que muchos reevalúen sus pronósticos y esa idea, que desgraciadamente se ha ido instalando en el país, de que vendría un ajuste de tremendas proporciones”, en el sentido de que “no es necesario que el país entre en una recesión profunda para que finalmente la inflación vaya moderándose”.

Pero el comportamiento de la inflación también depende de factores externos, como la evolución de los precios internacionales de los bienes que Chile importa, como los alimentos, los combustibles y los fertilizantes, entre otros; así como del dólar, que afortunadamente en los últimos días ha venido cayendo, tanto por la expectativa que hay en Estados Unidos sobre las elecciones de medio mandato, como también por factores internos.

En esa línea, para que la ecuación fuera virtuosa, el cobre tendría que mostrar una mejora, lo que no ha ocurrido, debido la disminución de la demanda china en un contexto de incertidumbre por las restricciones sanitarias.

Y si bien todas las proyecciones apuntan a una recesión de la economía chilena en 2023, o incluso a partir de 2022, es probable que la caída de la actividad económica no sea tan brusca, un escenario que puede estar más cerca si la inflación se reduce a una velocidad mayor que la esperada, pues ello daría espacio al Banco Central para evaluar una recalibración de las medidas restrictivas.

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