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Nueva educación

Hace 20 años se decía que la meta para alcanzar el desarrollo era 2020, no sólo en cuanto al ingreso per cápita sino que mirando, además, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, la innovación y por supuesto, la base de todo lo anterior, una educación de calidad similar a la de los países que reconocemos en esa aún lejana categoría.

Sin embargo, esa meta está lejos de ser alcanzada. ¿Qué sucedió en estos años que ha impedido alcanzar el objetivo del desarrollo? ¿Ha faltado voluntad política para impulsar los cambios que se requieren? ¿Será una cuestión de mala gestión? ¿Falta acaso un proyecto país que nos saque de este atraso?

Probablemente un poco de todo lo anterior y otros factores que aquí no se mencionan, pero sobre lo que hay un consenso total es que mientras no se parta por mejorar la educación escolar será imposible alcanzar el sueño de ser considerada una nación desarrollada, pese a nuestra cuestionada membresía en el “club de los países ricos”. De hecho, ha sido la propia Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) la que ha advertido que nuestro país debe avanzar sustancialmente en diversas áreas, pero que la educación debe ser la prioridad. Sin poner allí el acento, la situación difícilmente cambiará.

El siglo XXI es del conocimiento humano, donde el protagonista es precisamente la persona. Ya no es la tierra, la maquinaria o la industria tradicional las que dominarán la economía y el crecimiento. Por el contrario, las capacidades para crear, innovar, saber enfrentar obstáculos, aprender de sus errores, liderar nuevos desafíos y cambios, en un mundo global y competitivo permitirán diferenciar a los países desarrollados de los que aún no lo son.

En este sentido el aula y el docente que hemos conocido hasta hoy, y bajo los cuales la mayoría de los adultos se ha formado y educado, debe quedar atrás. Más bien el profesor debe ser un guía del autoaprendizaje, debe ir descubriendo y guiando al alumno hacia sus conocimientos de formas variadas y de acorde a la modernidad.

Las pizarras electrónicas, el computador en vez del cuaderno, la tarea de investigación en vez de materias entregadas para memorizar, son algunos de los requisitos para enfrentar una economía del conocimiento más que el manejo exclusivo de las habilidades técnicas propias de un oficio o profesión, donde la repetición correcta era el motivo del éxito.

Si se quiere crecer en nuevas tecnologías hay que permitir crear desde la niñez, incorporando estos temas en los currículos académicos de la formación docente. Un profesional de la educación formado en una escuela antigua y rígida sin flexibilidad para alentar a los jóvenes del tercer milenio, puede frustrar cualquier proceso creativo perdiéndose oportunidades para nuevos talentos y creadores.

Definitivamente, se necesita un cambio de mentalidad no solo en la enseñanza, sino también en la sociedad, donde el éxito no sea el fin que más se valore, sino que los sean el proceso y esfuerzo para alcanzarlo.

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