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No estacionar

Cristian Cáceres

La mala costumbre de estacionar en las veredas, agudizada estos últimos años en Chillán por el rápido aumento del parque vehicular -se estima en 62 mil – está afectando severamente la calidad de vida de los vecinos, particularmente de aquellos que deben convivir con la “invasión” de automóviles frente a sus casas y de la inmensa mayoría de peatones.

Se trata de una falta que ocasionalmente es sancionada. La escasa fiscalización y control por parte de los inspectores municipales y Carabineros en los últimos dos años ha favorecido una disminución de la percepción del riesgo de sufrir una infracción.

En ese sentido, se valora el plan de reordenamiento de la ciudad impulsado por la Municipalidad, que entre sus objetivos plantea la recuperación de espacios públicos, para lo cual está llevando adelante una campaña de entrega de partes de cortesía a aquellos conductores que estacionan en lugares utilizados habitualmente por la comunidad, aunque esté prohibido.

Este reordenamiento de los espacios públicos considera despejar plazoletas, veredas, bandejones y calles que, aunque no tienen esa función, se tiende de manera consuetudinaria a usarlos de estacionamiento.

Sin embargo, esta campaña informativa, que apunta a modificar una costumbre, no cumplirá su objetivo si una vez distribuidos los 3.600 partes que fueron impresos no se continúa con la fiscalización propiamente tal, para lo cual no se requiere de ninguna modificación legal, sino que de hacer cumplir las normas.

Se podrá argumentar la falta de personal para esta labor, sin embargo, también se puede enfocar el trabajo en las denuncias de los vecinos, que gracias a la tecnología se pueden recibir a través de distintos canales.

Por otra parte, no se debe olvidar que la buena voluntad y la fiscalización no acabarán con el problema de fondo, que es el exceso de vehículos en la ciudad o, dicho de otra forma, la escasez de espacios para estacionar, principalmente en el centro, que es donde se concentra la mayoría de los servicios y el comercio.

En ciudades más grandes y con mayores niveles de desarrollo, este problema se ha ido resolviendo a través de distintas fórmulas. Algunas han apostado por desincentivar el uso de vehículos particulares en algunas zonas, mientras fomentan el uso del transporte colectivo y la bicicleta, lo que claramente exige una locomoción colectiva de calidad; también se ha apostado por un aumento de la infraestructura, por ejemplo, a través de edificios de estacionamientos, o recintos subterráneos, como se hizo en la calle Arauco, lo que constituye la respuesta del mercado frente al aumento de la demanda, pero está limitado por el espacio.

En ese sentido, desde el urbanismo se plantea que este tipo de problemas tienen su origen en algunas debilidades de la planificación urbana, como la concentración de los servicios en un solo sector, por lo que la solución tiene que ver con la desconcentración, acercando colegios, comercios, servicios públicos, financieros y personales hacia otras zonas de la ciudad.

Tomar conciencia del problema es el primer paso y evidentemente, no existe una sola fórmula para reordenar los espacios públicos, pero sí es clave que el municipio siga liderando este trabajo que va a requerir el esfuerzo de todos.

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