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¿Menos y también mejores partidos?

Un nuevo debate sobre el sistema de partidos políticos en nuestra democracia se abrió tras la propuesta, de terminar con la proliferación de colectividades políticas pequeñas con representantes aislados en el Congreso, que acordó la Comisión Experta encargada de redactar el anteproyecto de nueva Constitución.

La iniciativa establece que los partidos políticos deben obtener un 5% de votación a nivel nacional como requisito para que sus parlamentarios electos puedan asumir, y de ser aprobada por el Consejo Constitucional (organismo electo) hará que parte importante de los 21 partidos existentes actualmente en el parlamento desaparezcan y muchos de los 12 en formación no logren constituirse.

La propuesta -que recibió el apoyo unánime de la Comisión experta- busca responder a la actual ingobernabilidad en el Congreso, y la proliferación de fuerzas sin base social, lo que ha redundado en la imposibilidad de alcanzar acuerdos en temas de gran importancia para el país. Sin embargo, no todos la ven como un avance para nuestra democracia y justamente desde las colectividades más pequeñas argumentan que favorecerá a las cúpulas políticas y restringirá la participación y opinión de la ciudadanía en los debates nacionales.

Esta discusión recién comienza y más allá de cómo se resuelva, será valiosa en cuanto no se restrinja al multipartidismo y la representación parlamentaria, sino que permita una mirada más amplia que incluya su inserción en el también débil tejido asociativo de nuestra sociedad y al rol que juegan sus dirigentes, cada vez más poderosos en desmedro de sus militantes. Además, su financiamiento no es suficientemente transparente, no cumplen una función social pedagógica y están al debe como formadores de nuevas generaciones.

Por eso, a nadie sorprende que los partidos políticos figuren como la institución que más percepción de corrupción recibe en nuestro país (Cadem 2022). Igualmente, ese y otros estudios revelan que el desprestigio de la política actual no tiene tanto que ver con que la ciudadanía no piense como tal o cual político, sino que está más relacionado con el fastidio por la disociación entre lo que dicen y finalmente hacen.

Enfrentar el multipartidismo puede que mejore nuestra democracia, pero para recobrar la confianza en los partidos políticos se necesitan mayor transparencia y proactividad para exponer públicamente, e incluso expulsar si fuese necesario, a quienes hayan incurrido en actos ilegales o que vayan en contra de la ética.

La desconfianza generalizada que actualmente existe no es gratuita, pues han sido los mismos partidos los que han dado sustento a la sensación de que todos, sin excepción, son ladrones o sinvergüenzas y que es mejor declararse apartidista. Es un discurso común e incluso entendible, pero ello no le quita lo burdo y peligroso al asunto, pues los partidos son esenciales para el desarrollo democrático. Su función de comunicación, canalización y expresión en la vida política de una sociedad es insustituible, nos guste o no.

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