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La revolución femenina local contra el paternalismo rural

¿Cual era el rol de la Mujer en Ñuble a comienzos del siglo XX, cuando el 8 de marzo de 1908, en Nueva York 146 de ellas morían en la fábrica textil Cooton, luchando por sus reivindicaciones laborales?

Una respuesta la tiene la historiadora de Chillán Alicia Romero, a propósito de sus investigaciones relacionadas con la biografía de la escritoria chillaneja Marta Brunet Caraves, quien vivió en un ambiente patriarcal, conservador y restrictivo en cuanto a libertades femeninas.

Los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX, fueron pródigos en sucesos que apuntarían a una mayor sensibilización de parte de las mujeres respecto del protagonismo que debían ocupar en la sociedad.

Poco a poco el movimiento en pro de la igualdad de derechos se estaba conformando en todo el mundo, con la presencia cada vez más activa de mujeres abiertamente militantes que comenzaron a oponerse a toda discriminación y comenzaron a exigir espacios en la vida cívica de los países, destaca a su vez el sociólogo Kevin Villegas.

Alicia Romero, destaca un texto que escribió para una revista nacional, donde plasma el escenario en el que se desenvolvían las mujeres de comienzos del siglo XX en Ñuble y otras zonas del centro su del país.

“(Marta Brunet) observó de cerca en los fundos de Linares, Ñuble y La Araucanía, de su padre y parientes. La joven escritora fue testigo de la tremenda brecha económica y cultural entre las clases sociales, cuando recién se comenzaba a hablar de la cuestión social, en los años 20, en la época del primer gobierno de Arturo Alessandri Palma”.

La vida de las grandes haciendas y fundos, subraya la historiadora, estaba conformadas por patrones paternalistas y labradores de la tierra analfabetos, sometidos a las decisiones de los primeros. Había en ellas inquilinos, labriegos, peones establecidos dentro de ellas como “propios” del patrón. Y había también gañanes temporeros para trabajos del estío, como los segadores de trigo de Ñuble y La Araucanía.

El rol femenino que se refleja en las obras de la escritora chillaneja Marta Brunet, observa Romero, “era de subordinación, de sometimiento a las decisiones de los padres primero y del marido después. La mujer solo tenía dominio dentro de su hogar o sobre los hijos y no obtenía dinero por su trabajo. Brunet nos muestra su interior, sus anhelos, su alma, su forma de amar, sus miedos, sus soledades, fatalidades y discriminación”.

Alicia  Romero detalla que en 1918 y con solo 22 años la escritora comienza a escribir en la prensa de Chillán: La Discusión y El Día, donde relata las condiciones sociales de la gente pobre, temas de beneficencia pública y otros.

“Sus artículos claramente en pro de una equidad de género los escribe en la revista Familia, en la década del 30. Allí se refiere al tema de la diferencia de salarios entre el hombre y la mujer, por ejemplo”, agrega la historiadora.

“Las condiciones de la mujer no eran fáciles en ese tiempo para el género femenino. Ella relata que quiso estudiar Medicina y su familia se escandalizó, luego quiso ser bailarina y ello fue peor aún”, recalca Romero.

Siempre poniendo a Brunet como referente, recuerda que cuando ella publica “Montaña Adentro”, su primera novela, en 1923, “las señoras beatas de familias bien de Chillán, les dieron la orden a sus hijas de quitarle el saludo, acusándola de inmoral y hereje. Sus padres,  Ambrosio Brunet y María Presentación Cáraves (Tolita), estaban amargados y consternados. Entonces un sacerdote español amigo de la familia, Nicolás Marín, los visitó y les probó que si Marta escribía era porque “estaba poniendo en juego un don de Dios y que lo incorrecto sería, justamente, poner cortapisas a una vocación que era su mejor regalo. Además –agregó el sacerdote–, lo que Martita ha escrito no es inmoral ni blasfemo, puesto que ella se ha limitado a mostrar algunos aspectos sombríos de la vida, que en realidad existen, y que ningún cristiano puede desconocer, so capa de una pretendida virginidad mental”.

En todo caso, en Chillán para comienzos de siglo XX “ya existían el Liceo de Niñas y el Liceo Americano de señoritas con internado”, lo que da cuenta de cierto avance en la materia.

La historiadora destaca que en Chile hubo mujeres destacadas y que de alguna manera se adelantaron a su tiempo, siendo por lo mismo referentes del movimiento feminista, como Inés Echeverría Bello, Amanda Labarca, María Monvel, Elena Caffarena, Marta Vergara (“Memorias de una mujer irreverente”), Graciela Mandujano, Olga Poblete y Gabriela Mistral, entre otras.

Avances

El sociólogo Kevin Villegas, estudió el rol de la mujer en Chile y a nivel mundial, enfocándose en los avances que ha logrado en las últimas centurias para alcanzar el estatus que tiene en la actualidad.

El docente de la Universidad Pedro de Valdivia destaca que “efectivamente las transformaciones que sufrió la figura de la mujer a lo largo del siglo XX fueron más lentas en zonas rurales, como Ñuble”

El profesional afirma que como consecuencia del lento traspaso de información, las áreas más alejadas no accedieron a los mensajes que sí circulaban en territorios urbanos, donde el feminismo logró tomar mucha más fuerza desde 1908.

Probablemente, remarca, “hasta el día de hoy persisten representaciones acerca de la mujer más arraigadas con lo tradicional (patriarcado) en el campo y en Chillán. Aunque claramente el feminismo las ha permeado y modificado”.

Villegas pone de manifiesto que lamentablemente “el rol de la mujer en la sociedad ha estado remitido al ámbito doméstico, cuidado del hogar y los hijos, siendo esta la tónica permanente en un mundo dominado por hombres en prácticamente todos los ámbitos. La ausencia de la mujer en el mundo laboral, político, social, cultural y de las artes, ha sido una constante que ni las corrientes de pensamiento más liberales presagiaban cambios. Períodos de la historia universal, que estuvieron fuertemente marcados por el dominio religioso, tampoco otorgaron espacios de participación a la mujer, relegándola una vez más a tareas menores, generalmente de carácter doméstico y de ornamentación de los templos”.

Desde esta realidad, remarca, el escenario comenzó a transformarse a partir de la decidida acción de mujeres visionarias que, a riesgo incluso de sus propias vidas, iniciaron un largo proceso para reclamar y obtener derechos que les permitieran insertarse en un mundo que a partir de la Revolución Industrial había comenzado a sufrir modificaciones radicales.

Es así como la incorporación de la mujer al mundo del trabajo remunerado, tradicionalmente masculino, ocurre masivamente durante la Primera Guerra Mundial y se acentúa durante la Segunda, ante la ausencia de trabajadores, quienes estaban combatiendo como soldados en los distintos frentes de batalla.

Villegas explica que “es posible ubicar los inicios del feminismo en la misma época moderna, hacia el siglo XVIII, ya que “la toma de razón” que caracteriza a esta etapa, no solo incluyó al hombre, sino también a la mujer, quien comienza a tomar consciencia acerca de la condición desigual frente a la que se encuentra con respecto al hombre. A pesar de ello, el discurso dominante de la época atribuye a la mujer la condición de estar carente de razón y cubre las desigualdades sociales de género con un manto ‘naturalista’, aludiendo a la supuesta superioridad del hombre por sobre la mujer. Ejemplo de pensadoras feministas incluso antes de esta época señalada son: Christine de Pisan (1405) con su libro “La Ciudad de las Damas”,  y Poullain de la Barre (1673), con “La igualdad de los sexos”.

Chile, sostiene, atravesaba una crítica situación hacia la segunda mitad del siglo XIX, ya que si bien comienzan a verse las utilidades producto de la actividad minera en el norte, estas ganancias no llegan a los trabajadores, quienes sumidos en condiciones miserables de existencia alzan su voz en demanda de mejores condiciones laborales. Así, la mujer, como parte fundamental de las familias trabajadoras comenzará también a tomar conciencia y sumar fuerzas en este proceso de lucha social, intentando aportar desde su condición a mejorar las condiciones de vida.

Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, destaca, es el tiempo de las mutuales y sociedades obreras y gremiales, que intentarán construir algún tipo de protección para los trabajadores. La mujer, por estos años, comenzará lentamente también a sumarse al mercado laboral como mano de obra para atraer ingresos a sus hogares.

En este mismo movimiento, comenzará progresivamente a participar en organizaciones de trabajadores, adquiriendo de este modo conciencia de su condición de clase y desde allí el paso será natural para sumar al análisis de las desigualdades sociales, su condición de género.

Así también, pone de relieve, “se observan algunos avances importantes como la promulgación, bajo el gobierno de Aníbal Pinto, del “Decreto Amunátegui” en 1877, que otorgaba a la mujer el derecho de poder ingresar a la Universidad, siendo Eloísa Días Inzunza y Ernestina Pérez Barahona, ambas médicos, las primeras mujeres tituladas en Chile y en Latinoamerica; contrastando esto con la realidad de la mujer de condición social baja, quienes en su inmensa mayoría no sabían leer ni escribir”.

En esta misma época ven la luz las primeras organizaciones formales de mujeres, los “Centros Femeninos”, principalmente en el norte del país: Iquique, Antofagasta y las oficinas salitreras; en 1922 Ester La Rivera de Sanhueza funda el Partido Cívico Femenino, con el apoyo de sus colaboradoras radicales y laicas: Elvira Vergara, Berta Recabarren, Graciela Mandujano y Graciela Lacoste, comenzando a plantear la demanda por la educación cívica y el derecho a sufragio, siendo alcanzado éste último recién en 1935.

El rol de María Espíndola

Hacia fines del siglo XIX, en 1872, nace la chillaneja María Espíndola Núñez, destacada profesional, quien desempeñará una nutrida influencia en la sociedad chilena, creando una multiplicidad de instituciones de gran relevancia nacional: “Entre ellas destacan de manera importante la Federación Femenina Panamericana (21 de mayo de 1910); Liceo Americano para señoritas (1898); y la Academia de Bellas Artes de Chillán”.

“Producto de su obra, María Espíndola Núñez desempeñó un rol fundamental en la actividad intelectual chillaneja y nacional, valorando de manera singular la instrucción de la mujer que recién había logrado ingresar a la educación universitaria en 1881”, subraya Villegas.

Foto: LD.

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