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“El vino es una excusa para trabajar en la recuperación ambiental”

Felipe Zanotti

En 2017, Daniela de Pablo Mendoza (35 años), dejó Concepción y se instaló “con camas y petacas” en el Valle del Itata, para compartir su vida con Pablo Pedreros Neira, un joven productor vitivinícola del sector Checura, comuna de Coelemu, con quien tiene 2 hijos: Luan, de 4 años, y Mayra, quien ayer cumplió un año. Con él también le dio vida a Vinos Mingaco, en 2018, una pequeña viña donde elaboran vinos naturales de cepas ancestrales, que en los últimos años solo han cosechado críticas positivas de expertos y premios.

Estudió artes visuales en la Pontificia Universidad Católica de Chile, en Santiago, donde se especializó en fotografía; luego se fue a Australia un año y medio; y después regresó a Concepción, donde se independizó y dictaba clases de fotografía digital en la Universidad del Desarrollo y en dos colegios penquistas. “Había cumplido todas mis metas, tenía mi departamento, un auto, un trabajo de medio tiempo, sin embargo, me di cuenta que era infeliz y que todas las metas que me había propuesto, eran las que la sociedad me había metido en la cabeza, no tenían que ver con un propósito, me sentía vacía”, recordó, por lo que decidió hacer un cambio radical en su vida que la llevó a aprender sobre alimentación saludable, de hecho, debió renunciar a su empleo para trabajar como voluntaria durante tres meses en Córdoba, Argentina, en la cocina vegana del centro Espacio Depurativo, dirigido por Néstor Palmetti.

En ese tránsito hacia un estilo de vida natural, consciente y más saludable, aprendió sobre cocina y nutrición, ofreció talleres de jugos verdes en varias ciudades, conoció a Pablo Pedreros, heredero de la tradición viñatera de su familia, quien asistió a uno de estos como alumno. “Yo no tenía mucho conocimiento sobre elaboración de vinos, lo que hacía en esa época era fermentación láctica de vegetales, como chucrut y encurtidos, todo con salmuera”, comentó.

En una primera etapa, la vida de la pareja transcurrió en la casa familiar rodeada de viñedos que cubren los lomajes de la zona, y hace tres años construyeron su casa en la ladera del cerro, con un “mingaco” (trabajo solidario no remunerado) en el que participaron amigos, familiares y vecinos, para levantar los muros de “súper adobe” (sacos de tierra arcillosa húmeda).

Precisamente, el mingaco, una antigua tradición campesina en el Valle del Itata, es el sistema que utilizan en labores como el embotellado y en menor medida, en la vendimia, y le da nombre a los vinos que elabora Pablo y que Daniela se encarga de vender, una misión que engloba la administración, el marketing y la comercialización. “Yo soy la cara visible de la empresa”, reconoció.

“El vino es la pasión de Pablo, pero para mí es un vehículo o una excusa para algo mayor, o distinto, que tiene que ver con nuestro propósito, pero también tiene que ver con el vino, en el sentido que igual es un alimento y nosotros lo tratamos como tal. Es un fermento vivo, es solo uva, no le agregamos ni quitamos nada, solo se fermenta”.

“Para mí el vino es una excusa para poder hacer lo que a nosotros realmente nos llena, que tiene que ver con la recuperación de la vida del suelo, de la biodiversidad, de las cuencas de agua; y la viña es perfecta, porque es resiliente, se adapta muy bien y coexiste con otras especies: en un cerrito nosotros tenemos frutales con una viña de 12 años de cultivo regenerativo que se confunde entre los árboles”.

Explicó que la sustentabilidad, la agricultura regenerativa y la alimentación saludable son ejes de su quehacer y su estilo de vida, y son el sello de estos vinos. “Nuestra motivación tiene que ver con la naturaleza, con el lugar donde estamos, de poder restaurar un poco el ecosistema del daño que se le ha hecho por generaciones”, reflexionó.

A partir de la añada 2017, el vino dio su primer salto, resultado de una asesoría del entonces enólogo de la Municipalidad de Coelemu, Demy Olmos, con la que se logró obtener un producto más cuidado. Así, el vino embotellado comenzó a venderse en 2018 con el nombre de Mingaco, con una nueva etiqueta. Y en 2019 formalizaron su negocio ante el Servicio de Impuestos Internos, en el marco de un proyecto financiado por el Programa Semilla, de Sercotec.

Referente

Según resumió, “Mingaco existe gracias a préstamos familiares, créditos del BancoEstado y muchos subsidios estatales, como Corfo, Sercotec y ProChile, que nos han permitido invertir en equipamiento, algunos insumos, pero principalmente infraestructura, como la bodega y el refugio”.

“Emprender me ha permitido ser versátil y también ser creadora, y no me refiero a la creación artística, sino que, a concretar sueños, a crear una empresa, un estilo de trabajo o una casa, por ejemplo”, explicó Daniela de Pablo, quien también empujó la construcción de una bodega, cuyas obras comenzaron a fines de 2020 y de un refugio el año pasado, emplazado literalmente en la punta del cerro, de manera de recibir turistas de un nicho muy específico: los expertos y los amantes de los vinos naturales. En ese sentido, acotó que su apertura al turismo se dio como una consecuencia natural, puesto que se hizo cada vez más frecuente la llegada de visitantes especializados, muchos de ellos extranjeros.

Precisamente, la bodega que construyeron cuenta con espacios para eventos y talleres, y es coherente con el principio de sustentabilidad, tanto en su materialidad como en su diseño gravitacional, que reduce al mínimo el consumo de energía.

Daniela quiere educar sobre la necesaria recuperación de los ecosistemas, un sello que según confesó, fue un factor clave en 2020, cuando recibió dos premios: “Referente regional y territorial –Icónicas”, en que fue seleccionada por mujeres para representar a Ñuble en la primera generación de emprendimientos liderados por mujeres; y “Crece Mujer-Banco Estado” a nivel regional.

Adelantó que este año esperan producir 30 mil botellas, triplicando la producción del año pasado, para dar paso a “la consolidación, superar el valle de la muerte, saldar las deudas y seguir invirtiendo, comenzar a tener utilidades y continuar nuestro trabajo de restauración de ecosistemas”.

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