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El mirador de Gonzalo Rojas

La “Casa de Gonzalo Rojas”, en pleno casco histórico de Chillán, fue su morada y refugio creativo desde que vuelve del exilio en 1979, año en el cual adopta a la capital de Ñuble, definitivamente, como su patria chica. 

No era la primera vez que Rojas se aproximaba a la región. Varios años antes, allá por los 60, compró un terreno en los bordes del río Renegado, en Los Lleuques, a pocos metros del puente del mismo nombre y construyó una casa colgada de un pequeño acantilado. Todos la conocíamos como la “casa del poeta”. A partir de ese momento la relación de Gonzalo Rojas con la montaña ñublensina es indisoluble. Por ese motivo cuando acomete la remodelación de la casa de calle El Roble, construye un mirador desde donde puede observar la cordillera en toda su magnitud y en todo momento.

Rojas sintetiza en su casa y en el torreón transparente una de las principales fortalezas de la ciudad. En efecto, la ciudad es un mirador natural hacia la cordillera. Por ello una de las identidades más fuertes y nítidas de Chillán es su relación con la cordillera; no en vano el cordón cordillerano se llama “Nevados de Chillán”. Quienes conciben ese nombre interpretaron en su momento correctamente la relación entre Chillán y la montaña. 

Hoy día este bien patrimonial, la casa de Gonzalo Rojas, insigne poeta chillanejo por adopción y su mirador, están amenazados. A pocos metros se construirá un edificio de diez pisos que privará para siempre al mirador de su mirada y literalmente aplastará a la casa museo y centro cultural del poeta, uno de los más importantes del habla hispana, que nos regaló, sin nada a cambio, su identidad. La negación del mirador tendrá como efecto la ceguera del mismo.

El edificio de diez pisos, que se construirá como un murallón más de los tantos que hoy se instalan en la ciudad, vulnera un derecho intangible pero real de sus habitantes: el derecho al paisaje y a disfrutar de la naturaleza. Esto ocurre porque existe un plano regulador que lo permite y que tampoco considera la protección de los entornos de las edificaciones de valor patrimonial, como ocurre con las torres que se están construyendo en pleno barrio cívico.

Las ciudades con un rico patrimonio arquitectónico, cultural y paisajístico, como es el caso de Chillán, se ponen en valor justamente cuando preservan estos valores y dejan espacio además a la inversión no sólo inmobiliaria, sino que turística y cultural.

La identidad de los habitantes con su entorno, con el lugar donde habitan y con espacios públicos de calidad genera ambientes más seguros y de mejor bienestar, lo que las hace altamente rentables. Hoy día es la casa del poeta la amenazada, mañana lo será la de un ciudadano común y corriente que también tiene derecho a la contemplación del paisaje, a la luz, al sol, y a una mejor salud física y mental. Por ello, el mirador del poeta tiene, como su poesía, un valor simbólico; el de representar una ciudad amenazada por un plano regulador permisivo que no contribuye a una mejor calidad de vida de los chillanejos. Es una vulneración de derechos amparados por la norma.

Todos los ciudadanos debiéramos ser parte de la solución y no contemplar pasivamente la degradación de la ciudad.

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