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Vuelta a la presencialidad

Cristian Cáceres

Es en el colegio, como lugar físico, más aún en las clases presenciales, en donde se satisface una necesidad que está presente en todos los seres humanos, que se desprende de su condición social y es la que nos lleva a requerir de otros para desarrollarnos, comunicarnos, aprender y recibir ejemplo.

Por eso el debate sobre el retorno a la modalidad presencial de la educación es global y sin caer en la grieta de la incomprension, conviene conocer las distintas miradas sobre la importancia, o no, de que las escuelas estén abiertas en estos tiempos de pandemia.

Esta semana las directoras de Unicef y de la Unesco han unido sus voces para pedir la reapertura inmediata de los colegios con el objetivo de “evitar una catástrofe generacional”, coincidiendo con la celebración de la Reunión Mundial de la Educación.

“Han pasado 18 meses desde que comenzó el brote de COVID-19 y la educación de millones de niños todavía está interrumpida. A día de hoy, las escuelas primarias y secundarias están cerradas en 19 países, lo que afecta a más de 156 millones de estudiantes. Esto no debería continuar. Las escuelas deberían ser las últimas en cerrar y las primeras en reabrir”, asegura un comunicado conjunto.

Chile no es ajeno a esta discusión. El Ministerio de Educación ha promovido el retorno, aunque con relativo éxito. Se ha abierto un alto porcentaje de establecimientos, públicos y privados, pero la asistencia es muy irregular, cuando no, francamente baja.

Este jueves se conocieron los resultados del estudio de Ipsos chile y Educación 2020, donde se evidencia que la mayoría de los estudiantes no asiste a clases presenciales por desconfianza en las medidas sanitarias.

Ante la pregunta ¿Has enviado a tu(s) hijo(as) a clases en forma presencial durante el año 2021?, un 66% de las y los apoderados que contestaron la encuesta indica que no lo ha hecho, versus un 34% que sí. Sin embargo, al hacer un zoom por dependencia, los datos reflejan una fuerte brecha socioeconómica: el 72% de los apoderados de establecimientos particulares pagados sí lo ha hecho, mientras que entre los apoderados de establecimientos municipales la cifra desciende a un 19%. En la misma línea, un 55% de las y los estudiantes no ha tenido ningún grado de clases presenciales durante el último mes, pero la cifra asciende al 80% en el caso de la educación pública. Asimismo, entre las y los estudiantes que no han asistido a clases presenciales, un 65% de estudiantes no va a clases presenciales por no sentirse “seguro” y un 35% porque sus apoderados “no quieren que vaya”.

En todo caso, el problema no es si volver o no volver. El problema fundamental es una vuelta a clases de modo seguro, y sobre todo que exista una favorable percepción de aquello.

Este mismo estudio revela que no más de un 37% cree que su colegio tiene resuelto el monitoreo de casos activos de Covid-19 y sólo un 15% cree que está resuelta la medida del transporte seguro para llegar a la escuela. 

Está visto que, de cara a lo que queda de 2021, el gran desafío de la autoridad educacional y sanitaria es convencer a los padres de enviar a sus hijos al colegio. Sin ello, será imposible entrar con paso firme a una nueva normalidad, no impuesta, sino consensuada, con base en la comprensión de diferentes realidades que nos hablan de brechas socioeconómicas y confianza en el Gobierno y sus medidas para el retorno presencial de las comunidades educativas.

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