La conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente tuvo lugar 50 años después de la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano de Estocolmo. “Una sola Tierra” fue el lema de esa conferencia celebrada en 1972, y sigue vigente: este planeta es nuestro único hogar y es responsabilidad de la humanidad salvaguardar sus recursos finitos.
Lamentablemente, sin pretender estimular una visión apocalíptica, a nivel global no se puede ignorar el diagnóstico de los últimos informes científicos: continua deforestación, erosión del suelo, sobrepesca, emisiones gaseosas que modifican el clima, una marcada disminución de las precipitaciones y transformación de muchos cursos de agua en verdaderas cloacas.
Sin duda, la creciente demanda de recursos naturales ha generado una seria y, en gran medida irreversible, pérdida de la biodiversidad. No se trata de un problema técnico, sino de una modalidad de desarrollo, cuanto nos impide comprender que lo que está en juego no es una determinada actividad humana, sino un concepto de vida.
Sin embargo, como pocas veces en nuestro país, y a causa del proceso de cambio constitucional, la temática ambiental ha estado presente más que nunca el último año en la agenda política y en las conversaciones habituales de los chilenos. Es un hecho positivo, ya que hasta ahora el estado del ambiente y su protección nunca habían generado un debate tan profundo, y la traducción de aquello es que el artículo 1 de la propuesta de nueva Constitución señala que “Chile es un Estado social y democrático de derecho. Es plurinacional, intercultural y ecológico”. También se establece como valor intrínseco e irrenunciable, la relación indisoluble de los seres humanos con la naturaleza.
El borrador constitucional ha abierto, en diversos aspectos, un encendido debate sobre su contenido, pero la verdad es que la declaración de Chile como Estado Ecológico significa un gran avance al mandatar al Estado chileno para adoptar acciones de prevención, adaptación y mitigación de los efectos de la crisis climática y ecológica, proteger los derechos de la naturaleza, y el derecho humano al agua y la protección de la biodiversidad.
A nivel local, en tanto, tenemos nuestros propios problemas: la calidad del aire es un asunto donde se ha mejorado por la vía de la mitigación de las fuentes contaminantes, pero que hasta ahora no tiene solución. En cuanto a la basura, la mayor amenaza se cierne sobre Chillán Viejo, donde se encuentran los rellenos domiciliario e industrial. Igualmente, en ambas comunas los microbasurales siguen siendo un dolor de cabeza y debemos poner atención sobre un preocupante pasivo ambiental asociado a los acuíferos superficiales y subterráneos.
Hay una positiva sensibilidad en la ciudadanía que se ha traspasado al proceso constitucional, pero no debemos olvidar que el cuidado del medio ambiente pasa por la sumatoria de voluntades individuales, donde cada uno puede hacer su aporte al uso racional de la energía, al consumo responsable del agua y a una cultura de reciclaje de residuos.
