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Para nadie es un misterio el importante rol social, económico y estratégico que ha cumplido el tren en la historia de Chile, así como también, la crisis que enfrentó a partir de los años setenta, como consecuencia de la masificación del automóvil y del uso de las carreteras, así como del abandono por parte de sucesivos gobiernos. Muchos recuerdan, además, los escándalos en los que se vio envuelta la empresa, debido a los malos manejos financieros y a la corrupción, que lamentablemente, impidieron la implementación de un plan de fortalecimiento tras los primeros gobiernos democráticos.
Pese a ello, la gente sigue valorando los atributos del transporte ferroviario, como la seguridad, la comodidad, los precios competitivos, el aporte a la descongestión y sus bajos niveles de contaminación. Sin embargo, el bajo número de frecuencias y su escasa cobertura han impedido un desarrollo mayor.
Por otro lado, los proyectos de inversión de EFE han estado limitados por las asignaciones presupuestarias que define el Gobierno, con acuerdo del Parlamento, donde ha quedado de manifiesto que no existía un real interés del mundo político por potenciar este sistema, pese a que en el transporte de carga también exhibe innegables ventajas respecto de los camiones.
Pero lo anterior parece estar cambiando. Ayer, en su visita a la zona, el Presidente Sebastián Piñera anunció un nuevo servicio ferroviario de pasajeros Chillán-Alameda, que contempla la operación de trenes de alto estándar que alcanzarán velocidades de 160 kilómetros por hora y disminuirán hasta en 2 horas y 40 minutos los tiempos de viaje entre ambas ciudades.
El proyecto, que implica una inversión de 115 millones de dólares, contemplará dos modalidades interregionales: un servicio regular, con detenciones en 12 estaciones y un tiempo de viaje de cuatro horas; y otro expreso, con detenciones en cinco estaciones y solo tres horas y 40 minutos de viaje.
Actualmente, el servicio ferroviario transporta a 230 mil pasajeros por año y demora más de 4 horas y 30 minutos en cruzar los 398 kilómetros que separan Chillán y Santiago. En tanto, los buses tardan cerca de cinco horas en realizar el trayecto.
Con el nuevo tren aumentarán a 12 las frecuencias diarias en ambos sentidos y se espera llegar a más de 800 mil pasajeros al año, beneficiando a una población estimada de 2 millones de personas entre las regiones de Ñuble, Maule, O´Higgins y Metropolitana.
Precisamente lo importante de este proyecto es que mejorará notoriamente la calidad de vida de cientos de miles de personas, al ofrecer conectividad rebajando a la mitad el tiempo de viaje, aumentará la competitividad de los exportadores (al brindar un servicio de transporte de carga más económico que el carretero) e indirectamente contribuirá a fomentar el turismo.
La idea de un tren rápido Chillán-Santiago no es nueva. De hecho, también la tuvieron Lagos y Bachelet 2. Sin embargo, todo indica que será un Gobierno de derecha el que impulse una nueva definición estratégica para la Empresa de Ferrocarriles del Estado y el servicio ferroviario, cuyo rol social, económico y estratégico nunca debió abandonar.