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Santo Tomás, el filósofo del sentido común

Este año se cumplen siete siglos desde que Santo Tomás de Aquino fue canonizado. Vale la pena aprovechar esta conmemoración para poner en perspectiva el valor del filósofo medieval que por muchos, ha sido considerado un pensador fuera de serie.

Etienne Gilson, filósofo experto en filosofía medieval, subraya reiteradamente en “El Tomismo” la importancia del encuentro del escolástico con Aristóteles y el pormenorizado estudio que realiza sobre su obra. Son muchos los ámbitos en que se nota la influencia del pensador griego en Santo Tomás. Un caso que ilustra esta articulación filosófico-teológica se advierte en el concepto de felicidad. Así, mientras Aristóteles señala que lo que constituye la felicidad del hombre es la contemplación del objeto de especulación más perfecto (EN, 1177a 12-18.), Tomás de Aquino va todavía más lejos y declara que la felicidad suprema del hombre es la visión de la misma esencia divina por toda la eternidad (C. G.. 111, 25.).

No obstante, Santo Tomás fue un gran estudioso de la historia de la filosofía, con lo cual es preciso notar que son muchos los autores que influyen en sus planteamientos filosóficos y teológicos. En metafísica, ética, antropología, política o teología, son diversas las fuentes con las que el aquinate establece un fructífero diálogo para organizar sus raciocinios y luego proponer su original perspectiva. Asimismo, hay pocas dudas en cuanto a que el gran mérito que se atribuye a Tomás de Aquino es el de haber logrado la mejor síntesis medieval entre razón y fe o entre filosofía y teología. Un ejemplo de ello son ‘las cinco vías’ o caminos del entendimiento humano para probar la existencia de Dios. Estas pruebas parten desde la experiencia que tenemos del mundo, considerando al ser humano (por ello son pruebas a posteriori). La primera vía se funda en el movimiento. La segunda se basa en la causalidad eficiente. La tercera es la vía de la contingencia. La cuarta refiere a los grados de perfección. La quinta vía se toma del orden de las cosas. En base a todas ellas, el filósofo y teólogo demuestra que se puede conocer, racionalmente, que Dios existe.

Por otra parte, Chesterton en su biografía sobre Santo Tomás llega a la convicción que el escolástico es un pensador del sentido común, cuyo “elemento primario y fundamental es absolutamente la alabanza de la vida, la alabanza del ser, la alabanza de Dios como Creador del mundo”. La esencia del sentido común tomista, escribe Chesterton, es que “hay dos agentes trabajando –la realidad y el reconocimiento de la realidad- y su encuentro es una especie de matrimonio. Y se puede decir con toda razón que es un matrimonio, porque es fructífero: la única filosofía realmente fructífera que existe hoy en el mundo. Produce resultados prácticos, precisamente porque es la combinación de una mente aventurera y un hecho extraño. En cualquier caso, sobre ese matrimonio –o como se quiera llamar- se fundamenta todo el sistema de Santo Tomás: Dios hizo al hombre para que fuera capaz de entrar en contacto con la realidad. Y lo que Dios ha unido, que no lo separe ningún hombre”.

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