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Nuestra reserva

El próximo martes 29 de junio se cumplirán 10 años desde que la Unesco declarara como zona protegida la vasta zona de Nevados de Chillán-Laguna del Laja. Un verdadero corredor biológico de 572 mil hectáreas, que va desde la comuna de San Fabián de Alico hasta Antuco, en la Provincia de Biobío. Se trata de una gigantesca reserva de biodiversidad, con una muestra representativa de lo que se considera un área de transición ecológica, en el límite de dos ecosistemas en peligro: el matorral mediterráneo de Chile central y el bosque lluvioso valdiviano.

Esas características le confieren que sea considerado clave a escala de paisaje y ecosistemas y desde hace seis años sitio prioritario de conservación de la biodiversidad a escala nacional y global y fue lo que hizo que en 2011 fuese reconocido internacionalmente como reserva de la biósfera.

Tal declaratoria que persigue conciliar la conservación de la diversidad biológica con la búsqueda de un desarrollo económico y social ambientalmente sostenible, entendiendo que si se degrada, no solo sufrimos una pérdida ambiental, sino que se daña un recurso fundamental para el desarrollo de las comunidades.

Justamente por ello, contar con un plan de gestión tiene especial importancia, pues no solo considera la conservación de esta zona, sino también el desarrollo productivo, pero en condiciones de lo que es estrictamente sustentable, incluyendo al turismo y eventualmente actividades agrícolas de bajo impacto, que podrían ser identificadas y denominadas con un sello propio de origen, agregándoles valor por su condición de ser producidas en una zona con restricciones medioambientales.

Ese plan de gestión le fue encargado al Centro de Ciencias Ambientales EULA-Chile de la Universidad de Concepción, una de las entidades más prestigiosas del país en esta materia, y debería ser ratificado por las nuevas autoridades regionales, asumiendo compromisos para promover el uso sustentable del territorio, procurando el desarrollo de las localidades inmersas en él a través de intervenciones que protejan los recursos ambientales existentes. De hecho, su belleza escénica contrasta con una creciente amenaza, como son la presión inmobiliaria, la falta de planes reguladores, embalses, proyectos energéticos y numerosas inversiones privada y estatales que pueden fragmentar el área; de modo que establecer los contenidos mínimos para la gestión de este territorio representa no solo una oportunidad para impedir la pérdida de biodiversidad, sino un desafío para que diversas actividades económicas puedan crear desarrollo sustentable. 

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