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Nuestra basura

Mauricio Ulloa

En la medida que las ciudades se desarrollan, los temas medioambientales se van tornando más presentes en las políticas públicas y en la conciencia de sus habitantes.

En Chillán, hace 20 años, prácticamente no había restricciones para la operación de industrias, muy pocos se cuestionaban la escasez de áreas verdes y las discusiones respecto de energías limpias no formaban parte del discurso de ninguna autoridad ni estaban en la mente de los chillanejos. Los paneles solares eran solo anecdóticos o curiosidad de revistas especializadas y el PM 2.5 era completamente desconocido en el lenguaje cotidiano, al igual que los bonos de carbono o la huella de agua de un producto.

Sin embargo, las cosas han cambiado y mucho, y hoy estos temas están en la agenda pública local con un alto grado de interés y preocupación, tanto del mundo político como empresarial, similar a lo que ocurre en cualquier ciudad más grande y desarrollada.

Pero hay un tema en el cual la capital de la Región de Ñuble se ha ido quedando atrás y no ha dado los mismos pasos que en otros ámbitos donde -por efecto de una política de alcance nacional o decisiones locales públicas y privadas- se han registrando avances en materia de protección del medio ambiente.

Ese tema es el reciclaje y la utilización de la basura domiciliaria. El escaso avance y compromiso que se observa en los habitantes de la intercomuna para modificar los hábitos en materia de reciclaje, separación de la basura desde su origen, compostaje de residuos orgánicos y reutilización del papel, plástico, vidrios y una serie de otras materias primas o productos acabados, dan cuenta del desarrollo inorgánico de nuestra política ambiental, pero también de una enorme miopía económica, ya que se desaprovecha la oportunidad de rentabilizar los desechos.

Pero no solo se está desaprovechando una gran cantidad de recursos, sino que no se está actuando bajo la misma lógica de la necesidad de protección y cuidado del medio ambiente y los impactos que tiene para las generaciones futuras no hacerlo.

Las acciones que realizan entidades como los municipios de Chillán y Chillán Viejo y el Gobierno Regional contrastan con la inexistencia de una cultura de manejo de la basura en los domicilios.

Por otra parte, las empresas privadas que se dedican al reciclaje todavía aparecen como pioneras y son novedad en la zona.

En promedio, cada habitante de Chillán genera 1,1 kilogramos de basura diariamente (76.101 toneladas anuales), lo que plantea la necesidad de implementar medidas para reducir el volumen de esos residuos y reciclar los materiales de mayor valor económico y ambiental.

La educación, el acuerdo público privado y la experiencia internacional son todos elementos que debe combinar una política pública local que salde esta deuda con un tema que no puede continuar en el último lugar de las decisiones ambientales de cada uno de nosotros, ya que si no se cambia de conducta, las grandes inversiones y macropolíticas verdes que podrían implementarse en los próximos años en Chillán se verán ensuciadas por nuestra propia basura hogareña.

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