A estas alturas de la pandemia todo el mundo debería saber que cuando los contagios ocurren rápida y simultáneamente, difícilmente un sistema de salud puede hacer frente a una demanda sanitaria que supera las capacidades de atención efectiva. Por eso, el alto número de ocupación de camas críticas y de personas hospitalizadas en Chillán es un asunto que no se puede desatender, máxime si la derivación de pacientes a otros establecimientos del país es hoy una posibilidad remota, dada la congestión que sufre toda la red asistencial.
Los epidemiólogos llevan explicando desde que comenzó la pandemia que no es la capacidad mortífera del coronavirus lo que debe preocuparnos, sino su extrema capacidad de contagiar y que por lo mismo, son las medidas de autocuidado -hasta ahora- la única vacuna a nuestro alcance. Solo así se pueden reducir las infecciones, luego las hospitalizaciones, los enfermos en las UCI y por último los fallecimientos.
Las recientes declaraciones del vocero de la red asistencial reflejan esa creciente y doble preocupación, tanto por el comportamiento ciudadano que da origen a esta cadena que termina con personas conectadas a un ventilador mecánico, como el impacto que podría tener en el personal de salud, que viene dando el 200% durante 10 meses.
Los recursos humanos son la base de todo sistema sanitario y hoy en nuestra región se encuentran exigidos al límite, ya sea porque muchos profesionales están exhaustos o bien, porque han contraído el coronavirus o desarrollado otras afecciones físicas y mentales durante el ejercicio de su tarea.
No se puede desconocer que en diez meses de pandemia el personal hospitalario ha tenido una gran adaptación, que se ha aprendido en el manejo clínico de la enfermedad, que ahora hay estructuras habilitadas, profesionales más adaptados, protocolos. Pero por otro lado está el cansancio, el temor a la segunda ola, a que el servicio se desborde, a que falten materiales imprescindibles.
Por eso, la confirmación de que la próxima semana comienza la vacunación de todas y todos los funcionarios de Salud en Ñuble, tras el arribo al país de 88.725 nuevas dosis del laboratorio Pfizer y BioNTech, es una muy buena noticia que aporta una merecida cuota de alivio a las personas que han estado en la primera línea del combate de la pandemia.
Pero como bien advirtió la autoridad sanitaria, este positivo anuncio no debe inducir a una errada sensación de seguridad en la ciudadanía y menos pensar que la inoculación de los equipos de salud podrá resolver la gran amenaza que representa el Covid-19.
No es hora de relajar, sino de fortalecer los elementos de salud pública y, sobre todo, las respuestas de un amplio segmento de nuestra población que sigue actuando irresponsablemente. El esfuerzo y la disciplina de todos y todas puede -y debe- salvar muchas vidas.