Señor Director:
Hace algunos días atrás, la Junta Nacional de Auxilio y Becas (JUNAEB), dio a conocer los resultados del “Mapa Nutricional 2020” en el cual participaron estudiantes de pre kínder, kínder, 1º básico, 5º básico y I medio. Todos ellos, pertenecientes a más de ocho mil colegios del sistema público de nuestro país. Lo alarmante, es que el 54% de los escolares posee obesidad o sobrepeso, siendo los niños de pre escolar los que más sobresalen en los resultados obtenidos. Si lo vemos desde la perspectiva de género, los varones son quienes prevalecen ante las mujeres, 28% y 22% respectivamente. La causa principal del problema, fue un año 2020 en pandemia y donde gran parte de la población debió estar en cuarentena, lo que trajo consigo la inactividad física, no solo de los más pequeños, sino que en gran parte de la población adulta nacional.
Ahora bien, no solo la falta de actividad física es la consecuencia de estos resultados, sino que, a ello se suma el desequilibrio en cuanto al tipo de alimentación donde posiblemente primó la comida procesada. En resumidas cuentas, los efectos colaterales de la pandemia trajeron consigo otros problemas, los que no podemos aminorar tratándose de alzas tan sustanciales en cuanto a la obesidad infantil en Chile. Estos resultados no son nada nuevo, el año 2019 la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) situaba a nuestro país con un 74% de la población adulta con obesidad o sobrepeso y ya predecía que al año 2030 más de 774 mil menores de 19 años sufrirán problemas de obesidad en el territorio chileno.
Somos líderes mundiales en poseer un sistema de vacunación contra el COVID 19, sin embargo, estamos frente a una alarmante serie de otras enfermedades que pueden ser ocasionadas por la pésima alimentación que están recibiendo nuestros niños y niñas.
Es urgente que programas como “Elige Vivir Sano”, instituciones de educación superior, colegios y especialistas en nutrición, puedan generar planes de acción al alero del Estado chileno. La estrategia debe estar puesta en acciones concretas, donde las familias chilenas, por muy mal que lo estén pasando económicamente, reconozcan qué tipo de alimentos deben recibir sus hijos; cuántas horas de actividad física realizar a la semana; cómo organizar una dieta a partir de las orientaciones de un especialista; saber reconocer en el supermercado aquellos alimentos que dañan la salud de la familia y efectuar una campaña comunicacional efectiva donde el llamado esté puesto en la prevención y no en plena manifestación de la enfermedad.
Carlos Guajardo Castillo Académico Facultad de Educación, UCEN