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La historia de Astro y su talento: de cantante de trap a la cárcel de Chillán

Diego Camus siempre quiso ser artista. De muy pequeño se maravilló con la música y ya adolescente decidió que el género del trap era el camino que quería seguir. Tenía talento y bajo el nombre artístico de Astro comenzó a hacerse un nombre dentro de la escena local e internacional. Sin ir más lejos, a sus 19 años, consiguió en abril del 2020 un millonario contrato con el sello Rimas, el mismo que lanzó a la fama a Bud Bunny. Todo iba bien para él en Santiago.

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Pero la vida de Diego dio un vuelco una noche de abril de 2021, cuando salió de su departamento de Recoleta para cometer dos robos con intimidación en igual número de locales comerciales. La primera víctima lo denunció a Carabineros y lo detuvieron esa misma noche. Desde esa fecha, está cumpliendo una condena de cinco años y un día.

Historia de un talento

Diego Camus nació de una relación entre su madre (Maribel) y Javier un verano en Quillón. Al poco tiempo sus padres se separaron y Diego se fue junto a su madre a la Quinta Región, en donde ella comenzó una nueva relación. Javier recuerda que esos años fueron difíciles por la distancia y porque siente que no pudo darle a Diego todo lo que necesitó.

Finalmente, a los 12 años de edad, Diego regresa a la Octava Región para vivir junto a Javier y su nueva familia en Talcahuano. Durante esos años de convivencia, el padre se dio cuenta del talento que Diego tenía para la música y lo ayudó a perseverar en el medio. “Diego comenzó a vender pistas por internet, tenía talento para la producción de música, comenzó a manejar dinero porque le hacían transferencias desde el extranjero. A los 17 me llaman de Rimas Enterteiment, el sello de Bud Bunny, y me avisan que quieren contratar a Diego. El requisito era que el artista tenía que estar en Santiago y no en Concepción. No le podíamos decir que no, así es que como familia tomamos la decisión de irnos todos a Santiago”, cuenta Javier.

“A Diego le arrendamos un departamento con el dinero que entregó el sello y nosotros con mi mujer e hijas nos fuimos a una casa. Estando en Santiago, trabajó con el sello, le buscaban colaboraciones con otros artistas como Pablo Chill-E, hasta que llegó la pandemia. Con mi familia en un momento decidimos regresar a Quillón porque estaba todo detenido en Santiago. Diego se quedó allá”, recuerda.

Javier comenzó a notar con el tiempo que Diego cambió de actitud. A veces, desaparecía por días, hablaba con un lenguaje extraño, y sus historias en Instagram develaban el uso de drogas. “Un día se perdió y comenzamos a buscarlo a través de redes sociales hasta que nos enteramos que estaba preso por robo con intimidación en Santiago Uno. Fue un golpe para nosotros, una familia cristiana, de emprendedores. Empezamos a contactar a los abogados, el sello pagó una parte de eso. Pensamos que podíamos sacarlo porque era primerizo, pero luego nos enteramos que habían sido dos robos y habían declaraciones, videos y pruebas”, recuerda Javier.

El padre de Diego cuenta que desde ahí comenzó una dura lucha para poder sacar a su hijo del mundo de “la cana”. A los dos meses de su detención, lo condenaron a cinco años y un día y empezó la carrera frenética de Javier para sacarlo de Santiago Uno. “Ahí estaba corriendo riesgo y después de harto tiempo de gestiones caí enfermo en octubre del año pasado por meningitis. Estuve en coma varios días, y cuando desperté en el Hospital de Chillán, mi esposa me contó que lo habían trasladado al penal chillanejo. Yo había contactado a la seremi de justicia de la época, Jacqueline Guíñez, y ella me ayudó. Acá lo pusieron en patio común, pero al tiempo logramos que lo trasladaran al piso uno. Dentro consiguió barrer los patios y entrar al colegio”, advierte.

Hoy, Diego está pidiendo oportunidades a Gendarmería para rehabilitarse, “pero nos hemos dado cuenta que no hay recursos, yo envié un correo como empresario al penal de Chillán para ofrecer trabajo en mi peluquería, para colaborar con la reinserción, pero es difícil. Nosotros queremos que se reinserte, porque no somos delincuentes, y no entendemos muy bien aún qué llevó a Diego a esto. Suponemos que quería validarse porque se acercó al mundo oscuro del trap, y de alguna manera tenía que validarse para cantar de armas. Él está arrepentido de lo que hizo y buscamos que el sistema le dé una oportunidad”, suplica Javier.

En noviembre cumple los 20 meses para solicitar la pena mixta y Javier espera con ansias que se cumpla el plazo. “Dentro de la cárcel muchas personas lo han ayudado como el alcaide y la asistente social, quienes le han permitido ingresar a talleres. La idea es que se quede conmigo y trabaje en los negocios de la familia. Diego sigue pensando en cantar, pero a quienes están afuera delinquiendo, para decirles que no es buena idea. Él sabe que tiene que orientar su música a ayudar y no a fomentar el delito. Todos los días le pido a Dios que lo cuide. Él cometió un error, pero requiere reinsertarse con la ayuda de su familia, la que lo está esperando afuera con los brazos abiertos. Mi hijo puede ser un delincuente menos y un aporte para la sociedad”.

 

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