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La escuela, fuente de humanidad

En una semana han ocurrido dos graves casos en que escolares, de forma masiva, conculcan valores humanos básicos de respeto, buen trato, responsabilidad y sentido ético de la vida. En un caso, en un colegio privado en Providencia, alumnos de enseñanza media habrían cometido abusos de connotación sexual en contra de alumnas de enseñanza básica; en el otro caso, también en un establecimiento privado pero en Antofagasta, decenas de alumnos se enfrentaron a golpes en un patio del colegio en medio de cientos de alumnos y profesores que procuraban calmarlos.

Estas situaciones se suman a otras tantas acciones complejas que han ocurrido el último tiempo y que se inscriben dentro del ámbito de la convivencia escolar. Ahora bien, el Mineduc exige que en cada establecimiento educacional exista un Plan de Gestión de la Convivencia Escolar que regule “las relaciones entre los miembros de la comunidad educativa”, incluyendo medidas pedagógicas y protocolos de actuación ante situaciones de conflicto. No obstante, los hechos están indicando que en algunos colegios las definiciones teóricas no están teniendo una respuesta práctica en coherencia con lo definido en sus planes. Más aún, es probable, que en ese tipo de comunidades educativas, sus planes de formación y orientación también se estén ejecutando con deficiencias.

La realidad exige que las comunidades educativas se pregunten si acaso su plan de formación y orientación está siendo eficaz en los distintos niveles de estudio, y si los padres y apoderados están recibiendo por parte del colegio un adecuado plan para fortalecer los valores institucionales en casa.

Al respecto conviene subrayar que: a) la transmisión cultural que se produce en los colegios es la base de los procesos de humanización que luego los jóvenes pondrán en práctica como adultos; y b) que una buena formación escolar le permite a los alumnos ser capaces de hacer justicia a sus capacidades individuales para ser mejor, y en simultáneo, los posiciona en condiciones convenientes para participar positivamente en las comunidades en que habitan y con las que se relacionan, especialmente en lo que se refiere a poder poner en obra el despliegue moral característico de los seres humanos en el marco de lo que es bueno para sí mismos y los demás. Vale la pena mencionar que la evolución ética de la que es capaz una persona, supone un proceso formativo por el que además de poder distinguir lo bueno de lo malo o lo justo de lo injusto, quede capacitado para poder jerarquizar los fines de su conducta.

Con todo, estos dos casos son una alerta a muchas comunidades escolares en cuanto a que es en esta dimensión, la formativa, donde parece que habría que trabajar con mayor intensidad para garantizar que cada estudiante reciba la educación institucionalmente comprometida, pues educar supone proveer de manera integral conocimientos firmes y una buena formación del carácter. No se puede entender que el trabajo educativo prescinda de un eficaz enfoque formativo, porque si una comunidad educativa no es un ambiente de personalización y una fértil fuente de humanidad, ¿de qué sirve?

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