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Jorge González Reyes

Falleció Jorge Gonzáles Reyes, chillanejo de tomo y lomo, a los 101 años de edad. Don Jorge como le decíamos los que lo respetábamos y queríamos, dejó una huella indeleble en la ciudad. Desde muy niño llegó a trabajar a la casa Rabié, transformándose a medida que creció en el eje del negocio que luego se transformaría en una empresa de alcance nacional.

Don Jorge emprendió en un momento de su vida su propio camino. En un pequeño espacio ubicado en calle 5 de abril, inició lo que hoy se conoce con el nombre que él, con el ingenio y la agudeza que lo caracterizaban bautizó como La Escoba.

La Escoba no solo se transformó en lo que hoy es, una de las grandes distribuidoras de la región, sino que es una marca que está ligada indisolublemente a la figura de Jorge González. Casi podríamos decir que es su tercer apellido. Pero Don Jorge representó mucho más que un empresario exitoso, detrás de aquello había una filosofía de vida donde el valor del trabajo y la responsabilidad estaban en el centro de su visión. Generoso con sus amigos que hoy sienten una extraña mezcla de pena con alegría. Pena por su partida y alegría por haber transitado por la vida junto a él. Era un hombre que amaba la vida y la disfrutaba intensamente, con sus amigos y con su familia.

Con ella cultivó el amor con contenido, entregándoles el valor de la solidaridad, la responsabilidad, el trabajo sin estridencias, desde la austeridad y respeto por los más humildes. A sus nietos y bisnietos lo formó como quien esculpe una obra de arte, eran su orgullo y ellos hoy se sienten orgullosos de los valores que su abuelo y bisabuelo les entregó. Humanidad y trabajo, disciplina y constancia, representan el legado de dejó no solo a su familia, sino que a todos los que trabajaron con él, a los que le conocieron desde aquellos tiempos de la población Centenario, a los que compartieron su pasión por el basquetbol (entre los que me incluyo), a sus vecinos de Los Lleuques y a todos aquellos que transitaron junto a él por su largo caminar por las calles y barrios de Chillán, y por los paisajes de la región. Todos ellos fueron recogiendo los frutos de las semillas que Don Jorge fue sembrando a través de su larga vida.

Las comunidades, plasmadas en ciudades y pueblos necesitan de modelos a seguir, pero no de modelos prefabricados en una oficina de marketing, sino de aquellos que se han formado a sí mismos, con esfuerzo, con trabajo, disciplina y amor por la vida.

Ese fue Don Jorge González Reyes, creador de sueños y realidades, ejemplo de una vida repleta de sabiduría y sentido común, con valores y principios arraigados. Sin muchas palabras, fue un ejemplo vivo de la marcha infinita que es la vida, una marcha que deja una huella indeleble en quienes lo acompañaron en ese transitar, donde fue arrojando joyas por el camino que hoy el día de su partida cobran un valor eterno, por sobre los ripios que todos tenemos como seres humanos.

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