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En el campo de la medicina, cada vez más demandante, es necesario mejorar en tiempo y fondo, el conocimiento requerido para atender a la población, y al mismo tiempo, tomar decisiones con mayor rapidez a fin de salvar vidas y adoptar acciones paliativas eficientes. La buena noticia es que esto ya está siendo posible gracias a la inteligencia artificial. Así lo dio a conocer recientemente Heather Mattie, matemática estadounidense experta en bioestadística, quien ha relevado la importancia de contar con una gran base de datos para predecir más y mejor en el ámbito de la salud.
En otra materia muy diversa, pero que nos permite poner en perspectiva la incidencia de la inteligencia artificial en nuestras vidas proviene del ámbito del diseño y la moda. Y es el caso que antes de dejarse llevar por el impulso por comprar ropa sin darle espacio a la creatividad en base al vestuario que ya se tiene, usted podrá chequear en un par de minutos, las alternativas que en base a una foto, una tecnología específica le ofrezca para aprovechar las prendas que tiene a la mano antes de gastar dinero en comprar más ropa. Eso es lo que pretende Fashion++, un algoritmo que en los próximos días presentará Facebook apuntando a una alternativa más sustentable respecto del consumo en ropa buscando solucionar, a la vez, la escasa creatividad a la hora de proponer nuevos diseños en lo tocante a estilos y gustos.
Tan inminente, explosivo, y veloz es el contexto que está incoando el siglo XXI, que Klaus Schwab sugiere en La Cuarta Revolución Industrial que “estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes”. En concreto, la inteligencia artificial y biotecnología son dos áreas que estarán cada vez más presente en nuestras vidas, por lo que en mi opinión, resulta imprescindible darle a los jóvenes al menos un acercamiento a estas materias en su formación escolar. Incluso parece conveniente familiarizarlos en robótica y nanotecnología porque con toda seguridad, éstas serán las herramientas que tendrán mayor impacto y envergadura en el desarrollo tanto la inteligencia artificial como la biotecnología. Lo cierto es que la nueva complejidad avanza a pasos agigantados.
Ahora bien, nuestros jóvenes deberían estar mejor preparados para el tránsito que supone pasar desde los ejes culturales y de los vectores científicos distintivos del Siglo XX a esta revolucionaria, deslumbrante, flexible, divergente, e inconmensurable dimensión. Es justo señalar que algunos centros educativos están levantando iniciativas concordantes con el desafío al que asistimos, pero ello acontece en forma disgregada e insuficiente.
Quien tiene la responsabilidad de perfilar un curriculum nacional apto al nuevo contexto debería estar proponiendo los cambios adecuados. ¿O es inapropiado pedir al Ministerio de Educación que asuma un liderazgo activo y fértil en este inevitable e imprescindible desafío?