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Cultura en crisis

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La cultura es uno de los sectores más afectados por la pandemia del Covid-19. Acatando las medidas de aislamiento social, museos, teatros, salas de cine, ferias, festivales, y otras industrias culturales, se han visto obligados a posponer eventos o cerrar sus puertas dejando en números rojos a instituciones y artistas que profundizan así su precariedad.

En efecto, aquí la desprotección social es moneda común. De hecho, trabajar sin contrato, no tener seguro de cesantía, ni acceso garantizado a la salud, ni a una jubilación digna es normal para el grueso de los artistas, sobre todo aquellos que se desempeñan en regiones pequeñas como la nuestra, donde el aporte estatal es clave.

Hasta ahora, la respuesta del Gobierno ha sido un raquítico plan de apoyo por 15 mil millones de pesos para pasar los meses de distanciamiento social. Pero incluso más relevante es lo que ocurrirá una vez superada la fase más crítica de la emergencia sanitaria, donde hay muchas dudas derivadas del redireccionamiento que se ha hecho de los fondos estatales dedicados a la cultura.

No obstante, hay otro nivel de análisis para el efecto de la pandemia sobre la cultura y tiene que ver con nuevos formatos y un mayor alcance a través de las plataformas digitales. Y es que cuando una puerta se cierra, otras suelen abrirse trazando nuevos caminos y hoy ese camino son las tecnologías de información y comunicación que han llevar la cultura a millones de hogares de formas innovadoras. Es así como muchas instituciones han redirigido sus esfuerzos creando plataformas en línea, con las cuales a través de un simple clic podemos visitar un museo, escuchar conciertos, asistir a una exposición, o participar en seminarios en web. A su vez, cientos de recursos educativos han sido puestos a la disposición del público de manera gratuita.

La Universidad de Concepción, por ejemplo, liberó Víctor Jara Sinfónico y lo mismo ocurrió con el documental “1939 Chillán desaparece”. A nivel nacional, catálogos de libros, música y películas son compartidos de manera gratuita en redes sociales y a nivel global hay tantos ejemplos como creatividad, e incluyen desde presentaciones en You Tube de la Opera Metropolitana de New York y del Ballet Bolshoi de Moscú, a Leonardo Dicaprio y Robert De Niro que rematan un papel en la próxima película de Martin Scorsese o Lady Gaga que ayer lanzó el concierto on line “OneWorld” que tendrá a los artistas más populares del mundo de los últimos 50 años.

Es precisamente ahora cuando la humanidad más necesita la cultura, ya que es el mejor antídoto contra el virus de la soledad, la tristeza y el aburrimiento. El mundo post covid-19 será un mundo que dará pasos firmes hacia la democratización de la cultura, convirtiéndola en accesible, comprensible y abierta para todos, pero también -esperamos- visibilizando y entendiendo, como sociedad, que el arte no es un servicio gratuito que se brinda solo para hacer feliz o entretener a la comunidad, sino que es una labor mucho más profunda que se inserta en diversos campos, que van desde la investigación, el conocimiento y la economía, hasta el alivio para nuestros más complejos traumas sociales.

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