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Ciudad segregada

Cristian Cáceres

Chillán es una ciudad segregada, entre las cinco -desde el punto de vista del desarrollo urbano- más desiguales de Chile. Así lo confirman sucesivos estudios locales, nacionales y extranjeros. Nos referimos a los informes de la Sectra para elaborar el Plan de Transporte para la intercomuna Chillán-Chillán Viejo y los diagnósticos asociados al último plan de desarrollo comunal (Pladeco). A nivel nacional lo dijo el ICVU, que realiza la PUC y la Cámara Chilena de la Construcción, mientras que a nivel internacional, así lo estableció la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Un inédito examen realizado por la entidad a la Chile fue invitado como miembro pleno en 2009, arroja una mirada crítica sobre el panorama de las ciudades del país. Según la entidad, uno de cada 10 chilenos vive en condiciones habitacionales pobres, en blocks con departamentos pequeños o enormes barrios de viviendas básicas, de calles estrechas, sin buena locomoción ni áreas verdes.

Este compendio de deficiencias, que calza a la perfección con el sector oriente de Chillán, es identificado como una consecuencia de antiguas políticas habitacionales, que privilegiaron la cantidad de viviendas y el bajo precio de los terrenos periféricos por sobre la calidad y la buena ubicación de los barrios y también de la falta de planificación, inteligencia y liderazgo local, ya que si bien desde hace 45 años opera un marco regulatorio que favorece la segregación, los gobiernos locales han tenido atribuciones que no han ejercido para impedir el surgimiento de estos guetos contemporáneos.

El análisis de este tema también debería abordar el enfoque que ha tenido la política habitacional chilena las últimas décadas, concentrada exclusivamente en la propiedad. Según diferentes estudios, esta modalidad no ha permitido flexibilizar el traslado de las familias que necesiten moverse por nuevos y mejores empleos. La creación de un subsidio de arriendo fue una buena idea, pero su aplicación ha tenido un efecto muy limitado.

En cuanto al desarrollo urbano, la OCDE levanta una serie de observaciones a los instrumentos de planificación. Señala que los planes reguladores -bien lo sabemos en Chillán- tienen trabas burocráticas que dilatan su aprobación hasta por siete años, lo que los hace nacer obsoletos. Para ello, propone seguir un esquema de plazos máximos en cada etapa del proceso, para así delimitarlos.

Está ampliamente comprobado que la forma en que discurre la vida humana en las áreas densamente urbanizadas, donde sus pobladores tienen que moverse en medio de aglomeraciones y los tropiezos de la circulación, sin espacios verdes que ofrezcan rélax, conduce inevitablemente a un ingrato sentimiento de aislamiento social.

Es de esperar entonces que la abundante evidencia local, nacional e internacional termine de convencer a nuestras autoridades para desarrollar políticas activas de integración urbana y en el caso de Chillán, políticas que permitan recuperar la heterogeneidad e inclusión social de la otrora amable ciudad a escala humana que solíamos ser.

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