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Chillán somos todos

El editorial de la Discusión del 19 de enero reclama, con justa razón, por la mala calidad urbana de Chillán, situación que se empieza a gestar post terremoto de 1939 y cuyas consecuencias se han hecho más visible en la última década, fruto de factores detonantes como es el crecimiento explosivo del parque automotriz y la falta de una política de desarrollo urbano de la comuna, que por un lado corrija las secuelas de la falta de planificación y por otro logre proyectar el desarrollo futuro en armonía con el medio ambiente y la calidad de vida de la ciudad.

Nada eso está sucediendo, prueba de ello es la vigencia de un  P l an  R e gulador que está atentando de manera manifiesta con la calidad urbana de Chillán y la aspiración de un sector populoso de la ciudad como son Los Volcanes que quiere escindirse de la matriz.

La Discusión a través de su editorial sugiere además explorar nuevas formas de gestión urbana. ¿Qué ocurre en la actualidad? Chill á n  es una ciudad con una población cercana a los 200.000 habitantes, que sin embargo tiene problemas propios de una mega ciudad como Santiago, con cerca de 8 millones de habitantes. Esta situación resulta en extremo compleja. Afecta directamente la calidad de vida de los ciudadanos.

Chillán no es el ejemplo clásico de la ciudad latinoamericana en la que la mayoría responde a instalaciones espontáneas, no planificadas. La capital de Ñuble fue una ciudad totalmente planificada, en 1835, por el francés Ambrosio Lozier. Fue la primera ciudad republicana perfectamente concebida, equilibrada entre vivienda, servicios y espacios públicos. Esa característica se ha ido perdiendo paulatinamente y paradojalmente a partir de la segunda mitad del siglo pasado, periodo durante el cual la ciudad creció de manera desordenada hacia la periferia y con características propia de la espontaneidad urbana.

La urbanista Catherine Paquette, francesa al igual que Lozier, Doctora en Urbanismo estuvo hace poco en Chile y apuntó exactamente al problema que afecta a Chillán: una ciudad mediana con problemas que hasta ahora eran exclusivos de las grandes ciudades. En el contexto del Congreso del Futuro, la especialista acuño la expresión “urbanismo social”. ¿Qué significa esto? Que el urbanismo se considera un bien social y que el espacio público debe ser sostenible, de calidad e integrador. Según expresó Paquette, el modelo de gestión urbana actual es extremadamente neoliberal, las autoridades son pasivas o facilitadoras de las acciones de los desarrolladores urbanos privados, como son las inmobiliarias, entre otros. En circunstancias de que la planificación urbana es potestad del Estado.

Esta forma de gestionar la ciudad suele no considerar a una comunidad que también es usuaria relevante del espacio urbano y público, democrático por excelencia. La expresión urbanismo social, acuñada por Catherine Paquette, también considera incorporar de manera relevante a la comunidad, sin excluir a los desarrolladores urbanos, pero integrándolos desde la base a la conversación, de modo que las decisiones que se adopten contengan un mínimo consenso, en el cual todos nos sintamos parte de una misma ciudad, sin segregación, ni urbana ni social, y con sentido de pertenencia igualmente integrado. Chillán somos todos.

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