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Balance y enseñanzas

Crisitian Cáceres

La semana pasada, Chile llegó a la impactante cifra de 10.000 muertos por el covid-19 y 1,5 millones de empleos destruidos, lo que da cuenta de la magnitud de una enfermedad para la que ningún país estaba preparado, como no lo ha estado para ninguna pandemia.

Pero estas cifras, después de casi seis meses de que el virus tocó tierra nacional, también trae dolorosas y, al mismo tiempo, valiosas lecciones. Ya sabemos qué sistema de salud público tenemos, también lo sobreestimada que estaba la salud privada; hemos visto magníficas muestras de solidaridad, al igual que oportunismo y avaricia. También confirmamos la desigualdad de nuestra sociedad y el espejismo de la clase media emergente, lo mismo que el nivel de capital social y cultura ciudadana, ámbitos que nos dejan un saldo en rojo. Las aglomeraciones del pasado fin de semana y el irrespeto por las mínimas normas de seguridad, confirman esa ausencia de compromiso cívico.

Igualmente, hemos sido testigos de los esfuerzos del Gobierno. De sus aciertos al demorar la propagación mientras compraba ventiladores mecánicos y preparaba el sistema hospitalario, como también de sus errores estadísticos y ninguneo de la comunidad científica y de la salud primaria.

Por otra parte, la crisis sanitaria también puso de relieve el rol de los gobiernos locales, no solo por su capacidad de interpretar las necesidades particulares de los territorios que gobiernan, debido a su mayor cercanía, sino que también dejó en evidencia las limitaciones que enfrentan para abordar problemáticas excepcionales, como la actual emergencia.

No cabe duda que a seis meses de la llegada del virus, hemos aprendido algunas cosas sobre él y también otras sobre nuestra sociedad; pero lo cierto es que esta pandemia no ha terminado y en la fase de desconfinamiento “paso a paso” en la cual nos encontramos, lo más seguro es que los casos aumentarán a la par con el número de víctimas, por lo que las medidas de seguridad deben afianzarse a todo nivel.

Cantar victoria porque durante una o dos semanas los indicadores mejoran es un error. La variabilidad de los casos activos y los brotes que siguen apareciendo en las comunas, así lo demuestran.

El hecho de que el Gobierno autorice una apertura gradual de la economía no puede interpretarse como luz verde para que los ciudadanos, principales responsables de su propia integridad, asuman riesgos innecesarios.

Es absolutamente comprensible que con el pasar de los meses se genere ansiedad y crezcan las expectativas por recuperar la normalidad en nuestras vidas. Pero esa no es la idea. De hecho, es ahora cuando más se necesita de la autorregulación y el autocuidado para evitar un rebrote o una segunda ola de contagios.

Más de 772 mil muertes en el mundo, en menos de 6 meses, por una enfermedad que hace un año no se conocía y para la cual aún no hay vacuna, es razón suficiente para tenerle respeto y no jugar con la vida propia y de los demás.

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