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Aumenta consumo de marihuana y tabaco, pero desciende ingesta de alcohol

Esta semana la Dirección Regional del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA) entregó los principales resultados del 15º Estudio de Drogas en la Población de Ñuble, que está diseñado para medir y comprender diversos aspectos relacionados con el consumo de alcohol y otras drogas. Las principales áreas que cubre el estudio son las prevalencias de uso, patrones de consumo, percepción de riesgo, factores sociodemográficos y acceso a la disponibilidad de las sustancias. Esta investigación se ha realizado cada dos años de manera ininterrumpida desde 1994.

En la Región de Ñuble fueron encuestadas 714 personas de las comunas de Chillán y Chillán Viejo, y el rango de edad fue entre los 12 y 64 años. Del total de entrevistados, 293 corresponden a hombres y 421 a mujeres, 239 tienen entre 12 y 34 años de edad y 475 están entre 35 y 64 años.

“La característica de esta entrevista es que fue a través de una implementación de entrevista cara a cara. Destacar que el procesamiento de los datos fue a través del Observatorio Chileno de Drogas y que para la Región de Ñuble fueron efectivas 714 entrevistas entre 12 y 64 años de edad, de los cuales el 41% corresponde a hombres y el 59% a mujeres. El 33,5% tienen entre 12 y 34 años de edad y el 66,5% están entre 35 y 64 años. La población representada es de 254.000 personas y los resultados de este estudio son representativos de la región”, explicó la directora regional del Senda, Luisa Contreras, en la presentación del estudio.

Uno de los resultados más relevantes es el referente a la prevalencia del consumo de alcohol y otras drogas, el cual determinó en 2020 que el 15,6% de las personas consumió tabaco al menos durante 20 días en el último mes, y en 2022 esto ascendió a 17,1%, sin embargo, la Región de Ñuble se ubica bajo el promedio nacional respecto al uso de esta sustancia (17,7%).

El consumo de marihuana también evidenció un incremento notable, pues 11,4% de los entrevistados señaló haber consumido marihuana en el último año, y en 2020 fue un 8,5%. Este resultado ubica a la región sobre el promedio nacional (10,9%).

En tanto, el consumo de alcohol mostró un descenso, ya que según el estudio de 2020 el 39,2% de los encuestados declaró haber consumido alcohol en el último mes y en 2022 fue de 35,8%. De igual manera, el consumo de cocaína y pasta base marcó una disminución al pasar de 1,4% a 1,1%.

La percepción de riesgo del uso experimental de marihuana es de 39,3%, de la cocaína 77,3%, de la pasta base 86,3% y en el consumo de alcohol de cinco o más tragos al día es de 92,1%. Según la directora regional del Senda existe un aumento leve de la percepción de riesgo respecto al uso del alcohol y drogas.

“El alcohol en cinco tragos o más en el día, la marihuana y el uso experimental de cocaína se han mantenido estable respecto a la versión del año 2020 y la pasta base, en el fondo, la percepción de riesgo de su uso experimental se estabiliza en esta presente versión. La percepción de riesgo levemente aumentó y eso es significativamente positivo debido a que los adultos ven una consecuencia en el uso de estas sustancias”, dijo.

Respecto a los resultados del Estudio Nacional de Drogas en Población General, el delegado presidencial de Ñuble, Anwar Farrán Veloso, manifestó que “destacamos que el consumo de las diversas sustancias, en su mayoría, se encuentran bajo el promedio nacional. Pese a que se ha visto un aumento en el consumo de marihuana, el cual arrojó cifras sobre el promedio nacional, como Delegación Presidencial Regional, seguimos trabajando mancomunadamente junto a Senda, a través de diversos programas, para reforzar la prevención, sobre todo en niños, niñas y adolescentes, y así disminuir aún más esas cifras”

Factores de riesgo

Para la doctora Paula Margozzini, epidemióloga de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) e investigadora del Centro del Cáncer (CECAN), los resultados del Estudio de Drogas deben interpretarse con cautela. “Las cifras en regiones más pequeñas, como el caso de Ñuble, siempre deben interpretarse con cautela, ya que las variaciones en este caso no parecen estadísticamente significativas. Es importante ver lo que pasa en el siguiente estudio para observar la tendencia. En todo caso de confirmarse, serían muy malas noticias para Ñuble un aumento de tabaco y marihuana”, dijo.

Recordó que la pandemia hizo bajar todos los consumos en 2020. “Fue un experimento natural, disminuyó la disponibilidad física, los eventos y ocasiones de consumo y la publicidad y los recursos económicos para comprar todo. Sin embargo, la industria cambió sus canales de distribución, el marketing y oferta por medios electrónicos ha aumentado. Respecto al fenómeno de baja en alcohol es una tendencia incipiente positiva que se ve a nivel nacional, pueden influir muchos factores, entre ellos nuestra reformada Ley de Alcoholes ha sido positiva, pero también la crisis económica del país, hay un aumento relativo del precio y esta es una de las políticas más potentes para disminuir el consumo poblacional junto con regular la publicidad y disponibilidad física (edad de venta, horarios, lugares…)”, subrayó.

Por su parte, Rodrigo Rojas, psicólogo y académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Santiago y experto en Bienestar Socioemocional, advirtió que es difícil encontrar una respuesta precisa sobre las posibles causas detrás del aumento del consumo de marihuana y tabaco, y descenso en la ingesta de alcohol, sin embargo, indicó que existen distintos factores de riesgo y de protección asociados a estas situaciones.

“Los factores de riesgo aumentan las probabilidades de los problemas y los de protección los disminuyen. Los factores de riesgo pueden ser distintos entre el consumo de marihuana, tabaco y alcohol, pero pueden aumentar. Sin embargo, en todos ellos es posible identificar factores comunes al nivel macro y que podemos dividir en tres: regulaciones sobre la distribución y acceso, cultura y legislación sobre su uso y las consecuencias”, explicó.

“En el caso del alcohol, la legislación ha tendido a imponer mayores penas a delitos cometidos bajo el estado del alcohol (e.g. accidentes, abuso sexual), lo que tiene un efecto directo sobre el comportamiento. Del mismo modo esto influye sobre la cultura, hoy es más frecuente escuchar pasa las llaves si vas a tomar, pero también es más frecuente ver en los jóvenes un rechazo frente al consumo de alcohol probablemente asociado a sus nuevos patrones y relaciones en redes sociales. No tiene el mismo atractivo, ni valor social, estar ebrio. Con el tabaco, hay más restricciones en su acceso (edad, precio), pero existe un mercado negro que lo sobre compensa vendiendo a menor precio cigarros probablemente con más cantidad de sustancias adictivas. En el caso de la marihuana hay todo un debate público e incluso académico, que ha relativizado las restricciones y regulaciones, y se ha comenzado a integrar culturalmente a prácticas sociales vinculadas a la entretención y relajación”, añadió Rojas.

Además, también existen factores sociodemográficos que inciden en el consumo de alcohol y drogas, de acuerdo al académico la variable que más influye es el acceso. Advirtió que los jóvenes y personas pobres tienen menor acceso a sustancias costosas, por lo que acceden a sustancias económicas, de mayor peligrosidad y adicción.

Otra variable son los patrones culturales vinculados a la edad. “Jóvenes pobres v/s jóvenes ricos. Probablemente los jóvenes pobres consuman alcohol de mala calidad, cigarros ilegales y marihuana de baja calidad”, destacó.

Políticas preventivas

Para prevenir y combatir el consumo de estas sustancias, el psicólogo de la Universidad de Santiago, Rodrigo Rojas, señaló que se requiere de medidas que deben ser multiniveles, partiendo desde lo individual a lo grupal.

“Este problema es un problema complejo que requiere de soluciones complejas, ni hay soluciones correctas, si no que mejores. A nivel individual es fundamental aumentar el conocimiento sobre los riesgos del consumo de drogas y alcohol. Así como también reducir las actitudes favorables al consumo. Otra intervención es aumentar las habilidades para afrontar la presión del grupo y responder asertivamente. Estas intervenciones y otras de este tipo son ampliamente aplicables en las escuelas y esto es lo que ha estado haciendo Senda en todo el país”, señaló.

Del mismo modo, indicó que es necesario trabajar a nivel grupal con factores de riesgo, como, por ejemplo, la venta ilegal, y para esto es fundamental el control y las regulaciones.

“A este nivel también es importante trabajar a nivel de cambio cultural modificando modelos y recompensas sociales vinculadas a cierto tipo de consumo. Las regulaciones sobre el marketing, la venta y las consecuencias del consumo son clave. Uno puede pasear por la feria y encontrar una pipa y comprarla sin problema. Pero ya sabe para qué sirve. Ahí es importante mayor control”, acotó.

El psicólogo sostuvo que las políticas públicas en Chile en materia de prevención del consumo de drogas y alcohol han avanzado gradualmente hacia el enfoque de práctica basada en la evidencia e indicó que el Estado debe evaluar la implementación de las estrategias pues no han arrojado los resultados esperados.

“Esto quiere decir, que teóricamente deberían funcionar. El problema entonces no es tanto de la estrategia, si no que de cómo se implementa y aquí tenemos brechas importantes. La burocratización de los procesos, estructuras pesadas de traspaso de fondos, externalización de los servicios, supervisión insuficiente, procesos de registros densos y toma de decisiones no basada en datos. Aquí hay un largo etc., una serie de factores que hacen que las intervenciones se apliquen incorrectamente y de manera incompleta en contextos poco posibilitadores lo que resulta en resultados poco visibles y sustentables. La inversión que debe hacerse ya no es en la intervención, sino que en su implementación”, cerró.

Medidas con evidencia

Para poder interpretar los resultados arrojados por la Encuesta de Drogas, el Dr. Jorge Ramírez académico Programa Salud Global de la Escuela de Salud Pública e Integrante del Centro Especializado para la Prevención del Consumo de Sustancias y el Tratamiento de las Adicciones (CESA) expuso que es importante tener claridad de las fechas en que se recogió la información, pues esto puede incidir en la baja de consumo de estas sustancias, así como en la disponibilidad de las mismas.

“Es probable que los datos 2020 sean obtenidos durante el periodo de inicio de la pandemia, postestallido social. Entonces hay algunos elementos que son importantes cuando uno analiza los distintos consumos de la población que están relacionados con los aspectos económicos y de disponibilidad física de las mismas sustancias. Entonces sería importante ver en particular en tabaco y en marihuana. Es probable que estos elementos económicos hayan hecho que durante el 2020-2021 las prevalencias de consumo hayan sido menores por las limitaciones que existían respecto a la posibilidad de comprar tabaco o marihuana y que eso haya cambiado hacia ya etapas más finales. Habría que evaluarlo, pero esa es una de las hipótesis bien importantes. Uno esperaría eventualmente un comportamiento similar al de consumo de alcohol, pero lo que muestran los datos es que habría una baja de al menos la medición puntual de cerca de casi cuatro puntos, lo cual es bien importante”, destacó.

Respecto a los factores sociodemográficos del consumo de alcohol y drogas, Ramírez explicó que hay aspectos bien generales, en particular en alcohol el consumo tiende a disminuir en los rangos etarios más altos, siendo la población joven y la población adulta la que tiene prevalencias de consumo más altas. Además, son las que tienen patrones de consumo más dañinos, que puede corresponder a patrones de alto consumo en cortos periodos de tiempo, lo que se asocia con embriaguez. Agregó que el consumo de tabaco, al igual que el consumo de alcohol, se da en general mayormente en hombres, “aunque esa tendencia en tabaco ha cambiado en el último tiempo y nuevamente, como cualquier sustancia, el poder adquisitivo de los grupos, de las personas, influye bastante en los niveles de consumo”.

“Es conocida la paradoja del alcohol, que las personas de mejor nivel socioeconómico tienden a consumir más, más gramos de alcohol cuando uno hace mediciones en el tiempo, pero los daños asociados al consumo de alcohol se ven en las personas que tienen niveles socioeconómicos más bajos. Eso es una paradoja bien importante. No es necesariamente las personas que más toman las que sufren más daños asociados al alcohol, sino que eso está mediado por el nivel socioeconómico de las personas”, añadió.

Sobre las acciones que son necesarias implementar para revertir estas cifras, el integrante del CESA subrayó que existen medidas que tienen “muchísima” evidencia de que funcionan en la población.

“En alcohol lo que se sabe es que hay una serie de medidas que tienen bastante efectividad, pero que algunas de ellas tienden a ser resistidas por la población. El aumento de precios, principalmente a través de los impuestos al alcohol, tiene una gran respuesta respecto a disminuir los índices de consumo en la población en general. También son muy efectivas las medidas asociadas al conducir y beber. Todas las sanciones más estrictas respecto a la conducta de manejar vehículos motorizados y el consumo de alcohol también resultan efectivas en disminuir los daños asociados al consumo de alcohol. Para las personas que consumen alcohol también existen algunas intervenciones muy breves de carácter conductual que a veces pueden ser utilizadas también en algunos escenarios como las atenciones de salud, donde se puede orientar a las personas para intentar disminuir el riesgo de su consumo de alcohol, y esas yo diría que son las principales medidas en el tema de alcohol”, señaló.

En relación al tabaco, el experto destacó que hay bastante evidencia que respalda que el aumento de los precios, en particular de los cigarrillos, disminuye la posibilidad de adquirir cigarrillos sueltos, por ejemplo, siendo una limitación que efectiva y el cambio cultural que se genera al prohibir cada vez más el consumo de tabaco en lugares públicos, también genera un efecto cultural hacia los niños, niñas y adolescentes.

“Acostumbrarse a que el derecho que prima es el derecho al ambiente libre del humo de tabaco y no el derecho a fumar, ha sido un cambio que ha mostrado grandes resultados en las prevalencias de consumo y los daños asociados, y principalmente esas son las medidas en las que se debiera avanzar para combatir la prevalencia del consumo de tabaco. Entre las personas que ya consumen existen medidas de probada efectividad, pero eso es cada vez un grupo menor de la población quienes tienen un grado de dependencia mayor al tabaco”, dijo.

Respecto al consumo der marihuana, señaló que las medidas que tienden a criminalizar su consumo no tienen impacto en disminuir las cifras de consumo en la población en general. “Incluso mantener como delito y en la esfera del crimen el consumo puede lesionar gravemente el derecho a la atención de salud y a la rehabilitación de personas que son consumidoras. Entonces, en general, los focos de las intervenciones de salud pública en marihuana están más bien orientadas a intentar disminuir el daño asociado al consumo y al retrasar el inicio de consumo hacia las edades más tardías posibles, entendiendo que los menores, a menor edad, son cada vez grupos más vulnerables, no solo al inicio del consumo de marihuana, sino a los daños asociados a ese consumo. Mientras menores la persona, el daño puede ser mayor. Por lo tanto, las medidas van más bien orientadas a disminuir esos daños y retrasar el inicio del consumo, más que a mantener la criminalización del consumo”.

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