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¿Volver a clases?

Agencia Uno

El debate sobre la reapertura presencial de los colegios es global. En Estados Unidos se convirtió en tema de campaña electoral, mientras que Corea también se dividió entre quienes querían retorno a clases y aquellos que no. Chile no ha sido ajeno a esta discusión. El Ministerio de Educación promueve el retorno, el gremio de profesores se opone, mientras en las discusiones familiares debaten ambas opciones.

Informes de las agencias globales como la Unesco y otras instancias multilaterales coinciden en que la educación está afrontando el desafío más importante de las últimas décadas, por varias razones. La primera es que aunque estamos en plena era digital, una gran parte de los colegios no estaba preparada para el cambio intempestivo de la enseñanza presencial a la virtual. En segundo término, resulta evidente también que los docentes, en su gran mayoría, no ha logrado incorporar de manera natural y eficaz las tecnologías de la información en sus clases. En tercer lugar, es innegable que las finanzas de muchas instituciones, sobre todo particulares subvencionadas, han entrado en crisis debido a la caída vertical de sus ingresos.

Lo mismo ha ocurrido con actividades económicas asociadas a este sector, como el transporte escolar, servicios de alimentación, las editoriales y otros rubros demandados por los estudiantes.

Pero lo que es más preocupante, es que quedó muy claro que muchos colegios no tenían la suficiente infraestructura, capital humano ni herramientas tecnológicas para activar las plataformas digitales que permitan una educación virtual eficiente y de calidad.

Como recurso de emergencia, no cabe duda que la educación virtual ha servido para mantener un mínimo grado de rutina escolar para niños (as) y adolescentes. No obstante, pasó un año y se hicieron evidentes las desventajas de la educación remota. En Ñuble, la conectividad necesaria para las clases virtuales ha sido un poderoso factor de inequidad entre ricos y pobres, y entre núcleos urbanos y comunidades rurales. Es la realidad: por problemas de infraestructura y de falta de computadores, los niños de menores recursos terminan aprendiendo menos y rezagándose.

Ojala haya mayor conciencia sobre la gravedad de esta situación, como también un diálogo sereno e informado que cuestione ciertos lugares comunes sobre los planteles educativos, como espacios peligrosos en términos de contagio. Son muchos los países que, conscientes de esta realidad, han decidido mantener abiertos los colegios, siguiendo pautas básicas de bioseguridad que no pasan necesariamente por cuantiosas inversiones en infraestructura.

Es urgente, entonces, que las comunidades educativas tengan acceso a toda la evidencia, a fin de que sostenedores y maestros decidan de manera informada, y lo mismo hagan los padres ante el falso dilema de enviar a sus hijos al colegio. Sin ello, será muy difícil evitar que este sea otro año perdido.

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