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Usted decide

Mauricio Ulloa

La apatía de muchos chilenos hacia los procesos eleccionarios y hacia la política en general se ha hecho patente en todos los comicios desde 2012 a la fecha, cuando se implementó por primera vez el sistema de voto voluntario. En los comicios del domingo se verificará esta preocupante tendencia en el electorado chileno, pero ahora, en la que es definida como la elección presidencial más incierta desde el retorno a la democracia. El antecedente más cercano es poco alentador: en la primera vuelta solo un 47% de los convocados concurrió a las urnas.

Para el ballotage, distintas encuestas arrojan proyecciones en un rango entre 45% y 58% de abstención, cifras elevadas, considerando que está en juego el modelo de desarrollo que se quiere para el país.

Revertir esta tendencia es el gran desafío que tienen ambos candidatos, convocar a quienes llevan años desencantados con la política. Y es que hoy, más que nunca, el respaldo ciudadano será fundamental dado nuestro contexto, con una pandemia en curso, la redacción de la nueva constitución y la elección más polarizada que hayamos visto desde el retorno a la democracia, el presidente requerirá de toda la legitimidad que la ciudadanía pueda entregarle.

La idea de que el voto individual no tiene ningún valor estadístico no se aplica en una democracia, donde todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el mismo poder. De hecho, en la práctica, las elecciones son los únicos hitos en la historia de un país en que la opinión de un rico pesa lo mismo que la de un pobre.

Casi un siglo ha pasado desde la época en que las mujeres no tenían derecho a voto, o de los tiempos en que los inquilinos votaban según la opinión del patrón. Grandes fueron los esfuerzos por avanzar hacia una democracia, la misma que costó recuperar después del golpe de Estado de 1973. Negarse a participar, entonces, de un proceso democrático como el del domingo equivale a minimizar las luchas, las persecuciones, las muertes y el dolor que a este país le han costado ganarse la libertad para elegir a sus gobernantes, incluso a un candidato que admira a la dictadura.

Chile hoy tiene el desafío de superar una crisis social y política, pero para ello existen distintos modelos. Negarse a participar en la definición de dicho modelo, no solo es apatía, también es desconfianza, es desinterés, es desánimo, es pesimismo y es desencanto.

Naturalmente, entre los factores de este estado sicológico, figura el desempeño de los políticos y una percepción de injusticia social, pero también un marcado individualismo de la sociedad, que ha relegado a un último plano la mirada colectiva y del bien común.

Como un círculo vicioso, dicha desesperanza que se traduce en apatía electoral no sólo reduce las posibilidades de cambio, sino que facilita la mantención del status quo que tantas insatisfacciones ha generado.

Se podrá echar pie atrás y volver al voto obligatorio, pero finalmente, la voluntad popular reside en una decisión individual motivada por el deseo de hacer valer un derecho. Un derecho que se debe ejercer cuando existe conciencia cívica, y que constituye la única herramienta de participación efectiva para avanzar hacia una sociedad más justa.

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