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Una década perdida

Chillán ha perdido tiempo valioso en modernizar el manejo de la basura, básicamente porque en los últimos años no ha existido interés por el tema, ni una situación compleja que lo ponga en la agenda local. Pero debería ser precisamente el tiempo en que no existen urgencias que resolver, la oportunidad para realizar análisis y propuestas de fórmulas para el largo plazo, pensando en el crecimiento que está registrando la ciudad e incorporando las nuevas tendencias mundiales en esta materia.

Aquella era la promesa del Plan Maestro de Residuos Domiciliarios (PMRS) de Chillán, implementado hace una década, cuyos objetivos escasamente se cumplieron. Chillán supera el promedio nacional de generación de basura per cápita, que pasó de 0,95 kilogramos de residuos por habitante a más de 1,1 kilogramos. En síntesis, estamos peor que antes, pese a que durante 10 años tuvimos una planificación que debía disminuir de manera importante la cantidad de residuos que se generaban en la ciudad, promover prácticas de reciclaje y tratar mediante compostaje el material orgánico que forma parte de la basura de los chillanejos.

Pero nada de ello ocurrió y lo que tenemos hoy es una creciente deuda ambiental, motivada por la creciente densidad poblacional de la nueva capital regional y la falta de educación e incentivos para que la ciudadanía disminuya su producción de basura.

La realidad es que éste es un tema que no da votos y por lo mismo, se ha actuado sin convicción y con presupuestos reducidos que le han restado impacto y alcance. Ahí está la respuesta de por qué fracasó el PMRS.

Ahora, en esta nueva administración, más que buscar culpables, convendría hacer aprender de los errores e instalar una visión superadora de lo realizado en los últimos años. Ello supone, además, enseñarles a las personas que la basura puede ser útil. Los desechos orgánicos, por ejemplo, pueden convertirse en abono mediante el procedimiento de compost, abono orgánico rico en nutrientes y que no demora más de dos meses en generarse. Esto no solo contribuye al medio ambiente, sino que hasta puede ser una oportunidad de negocios.

El posible uso energético es una opción real, ya que si bien es efectivo que se requiere una inversión inicial importante y una cantidad de desechos considerables para que sea rentable su producción, podría pensarse en establecer un sistema de incentivos para este tipo de nuevos negocios, donde una planificación de carácter asociativo resulta clave. Esta perspectiva permitiría el desarrollo de economías de escala, en los distintos ámbitos de la gestión de residuos, ampliando una solución eficiente desde el ámbito comunal al intercomunal.

La educación, la experiencia nacional e internacional y una gestión territorial inteligente son todos elementos a considerar en una planeación a futuro que debe hacerse ahora, anticipando escenarios que de no ser manejados correctamente pueden afectar seriamente la calidad de vida de las futuras generaciones.

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