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Un mundo orwelliano

La ciencia ficción siempre anticipó el futuro. Ray Bradbury imaginó los auriculares en “Fahrenheit 451”, H.G. Wells la bomba atómica en “El mundo libre”, e incluso un escritor de novelas de espionaje bélico como Tom Clancy tuvo un acierto premonitorio en su libro “Deuda de Honor”, donde un piloto japonés estrella un Boeing 747 contra el Capitolio, en Washington, provocando escenas que años después se vivirían en el ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono.

Pero, sin duda, quien ha recobrado especial vigencia es George Orwell y su obra “Un mundo feliz”, que se ha convertido en best seller, como si fuera un libro de autoayuda de lo que está por venir, un manual de instrucciones de los nuevos tiempos.

No hay duda de que el mundo actual se encuentra situado ante un cambio de paradigma en las relaciones sociales, consecuencia del imparable asentamiento de la sociedad digital. Basta, en este sentido, un simple dato: según el organismo especializado de Naciones Unidas para las TIC, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), el número de personas que usa internet en todo el mundo ha aumentado de cerca de 2.000 millones en 2010 a aproximadamente 3.900 millones de personas en el año 2019.

Como todo fenómeno humano, éste también presenta luces y sombras. Las luces son claras y de ellas todos nos beneficiamos diariamente, pero también se van haciendo evidentes problemas y distorsiones, como ocurre con el fenómeno de las noticias falsas o “fake news”, o la manipulación de campañas electorales, donde Donald Trump se permite acuñar el término “hechos alternativos” para negar las pruebas tangibles y mantener una mentira, por muy fácil que sea desmontarla.

Un informe reciente de la Consultora Gartner señaló que para el año 2022 (o sea en 3 años), en los países centrales y en desarrollo, la mayoría de la gente va a leer más noticias falsas que reales.

En los últimos años, al menos 18 países han sufrido campañas de desinformación o manipulación online durante la celebración de procesos electorales, según el informe “Freedom on the net” de 2018.

La rapidez con que se transmiten las noticias falsas a través de las redes sociales es lo más parecido a la ciencia ficción. Allí los algoritmos juegan un perverso papel, los “filtros burbujas” deciden lo que leemos y lo que pensamos y las llamadas “cámaras de resonancia” amplifican ideas y creencias por transmisión y repetición en un sistema cerrado.

Además, nos espiamos a nosotros mismos con nuestras selfies que luego subimos a la redes sociales, ofreciendo información del lugar en el que estamos, quienes nos acompañan y las coordenadas exactas. La tele pantalla de George Orwell, que sirve para ver, pero que también te observa, ha sido superada por los smartphones, auténticos archivos móviles sobre nuestra vida.

¿Será que nos acercamos a un mundo cada vez más orwelliano? Difícil saberlo, pero las similitudes con la terrorífica obra maestra del escritor y periodista británico son demasiado numerosas para ignorarlas.

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