Señor Director:
Se ha generado polémica estos últimos días por el cierre de la Convención Constitucional, momento clave de nuestra historia política y cívica, al que no fueron invitados los ex Presidentes y ex Presidenta de la República dando motivos de aforo, siendo que hay alrededor de 200 personas invitadas al evento. Más allá de lo que la figura de Sebastián Piñera represente para la convención, el no invitar a las figuras más importantes de la república de los últimos 30 años a este cierre representa un golpe en la cara a la tradición política de nuestro país.
Sumado a esto, el gobierno de Gabriel Boric tomó una decisión que nos dejó a todos “marcando ocupado” al cambiar el cargo de Primera Dama por el de Irina Karamanos, actual pareja del presidente. El cargo de la primera dama es protocolar, tradicional y sin mayores atribuciones ejecutivas ni políticas que ha existido como una forma de la presidencia a acercarse a la gente y tomar responsabilidades socioculturales. La misma Irina fue siempre crítica de la existencia de este cargo, con la infame “No soy Ni primera Ni dama”. Ante esto suena cuando poco, paradójico, que este cargo que ella no quería tomar, tenga ahora su nombre.
¿Qué tienen en común estos dos hechos? Ambos nos demuestran la supuesta superioridad moral de la izquierda gobernante, donde necesitan demostrar que tienen el poder. Poder que utilizarán para “crear un nuevo chile, más digno” y por lo visto, con nuevas tradiciones.
Javier Ávila Parada
Fundación para el Progreso