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Es sabido que la tasa de natalidad ha disminuido y que las mujeres han ido retrasando la maternidad, fenómenos que se explican en buena medida por la mayor participación de la mujer en el trabajo. De hecho, aumentó de 24% a 48% en los últimos 25 años.
Sin embargo, dicha participación aún es baja en comparación con la del hombre y como todo promedio, no refleja las disparidades que se dan en los diferentes territorios. En Ñuble, por ejemplo, la tasa en los hombres llega al 70%, revelando que, en la nueva región, la apertura para la incorporación femenina al mercado laboral es un tema aún pendiente.
La compatibilización de la vida familiar, específicamente la crianza de los hijos, sigue jugando un rol fundamental como principal factor de incorporación, pero también emergen otras causas que muchas veces se vinculan con la primera, como los bajos ingresos que perciben las mujeres, aspecto clave que hace que el costo de oportunidad de ingresar al mercado laboral sea más alto (el sueldo de una niñera o el pago de una guardería) que el salario al que se aspira.
Y esto lleva al ámbito de la segregación de la mujer a ciertos sectores de la economía, así como también a la discriminación en cuanto a la calidad de los empleos, donde la precarización del trabajo es más notorio en mujeres que en hombres. En efecto, muchas mujeres trabajan informalmente, es decir, no cuentan con contrato de trabajo ni previsión social y de salud. En Ñuble, hay un porcentaje mayor de ocupados por cuenta propia (independientes) en mujeres que en hombres, y por el contrario, una menor proporción de asalariados mujeres que varones. También se observa que hay una mayor proporción de mujeres que trabaja a tiempo parcial que en el caso de los hombres.
La precariedad de los empleos de las mujeres tiene mucho que ver con las rigideces del mercado laboral chileno y con una cuota importante de discriminación cultural, legal y económica, pero también con las dificultades para compensar la crianza de los hijos con el empleo, lo que obliga a muchas a buscar ocupaciones que les permitan estar físicamente con la familia la mayor parte del tiempo.
Lamentablemente, esta brecha entre hombres y mujeres es más notoria en los segmentos más pobres de la población, lo que está relacionado con la segmentación laboral y con la brecha salarial.
A nivel gubernamental, en las últimas administraciones, se han dado pasos importantes para contrarrestar las inequidades del mercado laboral, donde destacan la construcción de salas cuna lo que ha permitido aumentar la cobertura, la ampliación del postnatal, programas de capacitación gratuitas, bonos a mujeres de segmentos más pobres, subsidios para emprendimientos y un programa público de guarderías.
Hoy el desafío para las autoridades es, además de profundizar los planes y programas que ya están en ejecución, avanzar en términos de poner fin a las discriminaciones que desincentivan la contratación de mujeres, promover el teletrabajo, sancionar las inequidades salariales en el sector privado y modificar la Ley de Isapres que castiga a la mujer fértil, con escandalosas diferencias de hasta 170% entre hombres y mujeres para un plan idéntico.