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Tendencia por vivir en el campo de Ñuble se acentúa durante la pandemia

Mauricio Ulloa

En tiempos de pandemia se ha constatado en Ñuble una alta demanda por la compra de parcelas. La inclinación por preferir vivir fuera de la ciudad ha adquirido mayor fuerza en el último tiempo debido a varios factores que confluyen. No solo ha sido la opción de chillanejos, sino también de habitantes de otras regiones del país, que han llegado a construir un nuevo proyecto de vida en tierras ñublensinas.

Así lo afirman corredoras de propiedades de la capital regional que han calificado la tendencia como un “fenómeno” en el mercado impulsado por la necesidad de un mayor espacio conectado a la naturaleza, y a costos que la ciudad no está ofreciendo.

Con 20 años de experiencia en el rubro, la corredora, Ingrid Oyarce, sostiene que el marcado interés de comprar terrenos en Ñuble responde a la fama de ser una región tranquila y en pleno desarrollo desde su nacimiento como la XVI unidad administrativa del país.

Entre sus clientes que eligen este tipo de propiedades, son mayoritariamente santiaguinos que quieren estar alejados de los centros urbanos, pero siempre conectados digitalmente para poder desarrollar sus actividades.

“Es un fenómeno pero gigantesco, es muy extraño, porque en mis años de corredora nunca antes la gente se atrevía a comprar sin ni siquiera mirar la parcela. En casi un 80% son personas de Santiago que se atreven a comprar viendo fotos y videos, porque tenemos fama de ser zona tranquila y ellos buscan eso. Como somos una zona rural, que además yo creo que estamos creciendo más que el resto, como somos la última región en crearse, ellos se van al campo, a una parcela y a la vez tienen la oportunidad de una ciudad que está en desarrollo”, destaca.

A juicio de Ingrid, la pandemia marcó un “antes y después” en la compra de terrenos, y para graficar el momento señala que ha vendido en su oficina hasta nueve parcelas en una semana.

“A todos les interesa tener internet, eso es básico. Si no hay internet, no hay negocio, porque necesitan estar conectados. Pienso que en el cambio de mentalidad tuvo un impacto grande el tema de la pandemia. Es increíble la cantidad de personas que compran parcelas, no quieren estar en la ‘masa’ que hay normalmente en la ciudad. Cada uno quiere su individualidad, quieren estar aislados. Ahora miran solo los espacios grandes, que haya naturaleza y ojalá un río cerca”, indica.

La necesidad de radicarse fuera de la ciudad está presente en clientes de todos los estratos sociales, ya que las propiedades que se han comercializado a nivel local están dirigidas a diferentes capacidades de pago.

“Tengo de todos los estratos sociales, te hablo desde la propiedad de 6 millones de la señora que compra su casa prefabricada de 7 millones, hasta una parcela de 70 millones para hacer una casa que le quede para vender sobre los 200 millones. Esto es transversal, o sea, todas las clases sociales forman parte del mismo fenómeno, pero mayoritariamente santiaguinos, pero los chillanejos están comprando harto también. Es tan impresionante que yo les digo a mis clientes que van a convertir a Chillán en un “Santiago chico”, explica.

“Creo que es por el encierro y porque les cambió la mente. No sé si están en un estado emocional muy intenso por el encierro o por todas las cosas que están pasando en Santiago que ellos en su mente se forman un ideal, en el intertanto, muchas personas están cambiando sus profesiones u oficios para poder tener este tipo de vida”, añade.

La mayoría de las personas compran parcelas en efectivo y otro restante con crédito hipotecario. “Un 80% pagaba en efectivo y un 20% con un crédito hipotecario. Nunca había vendido parcelas con hipotecario, ha sido distinto a lo usual”, puntualiza.

En la actualidad las corredoras locales coinciden que los terrenos más demandados son aquellos que se ubican en camino a Cato y hacia Coihueco debido su cercanía a supermercados, colegios, instituciones de educación y por la construcción en desarrollo de un centro comercial.

“Les interesa tener un camino para llegar con su auto chico o grande que les permita llegar en buenas condiciones y quieren una buena conectividad. Hay parcelas de 20 millones en camino a Cato hasta una de 200 millones, que es la más estrategia y que seguramente en algún momento la van comprar una empresa. La tendencia hoy en día es absoluta a la ruralidad y esto será como un “Santiago Chico”, porque va haber mucha gente, desde viejitos hasta más jóvenes. Creo que esto partió desde el segundo mes del encierro de los santiaguinos, ahí empezó lento y de pronto ya fue mayor”, comenta.

La corredora de propiedades, María Luisa Solar, asegura que en la actualidad este tipo de bienes raíces se venden mucho más rápido que en el pasado en la zona, donde valores pueden fluctuar entre los 25 a 55 millones de pesos.

“La gente está comprando muchos más terrenos de 5 mil metros hacia Cato y Coihueco, sobre todo a Cato. Se terminaron algunos loteos y ya están otros por terminar, estamos hablando hasta el kilómetro 17. Es por vivir en una casa con árboles con 5 mil metros, donde pueden jugar los niños, correr, tener animalitos y lo que quieran dentro de su predio, además, de estar al aire libre. Incluso se están dando los loteos con los accesos cerrados, entonces, es más seguro que la ciudad, a pesar que no tienen muro. Hay más aire puro y están insertos en lindos jardines. Y no solo está buscando el chillanejo, sino el que llega de afuera y busca su parcela para hacer su casa, más que comprar casas para vivir”, detalla.

María Luisa comenta que hasta su oficina han llegado clientes de distintas partes del país interesados en construir sus viviendas en tierras ñublesinas.

“Me están llegando clientes de Concepción, Los Ángeles y Santiago, incluso hasta una persona de Calama. Unos llegan por los trabajos, porque tienen las familias y otros que están trabajando afuera. Por ejemplo, casas de arriendo ya no hay y se están reservando casas en verde que se van a desocupar en diciembre y enero. (…) Creo que Puerto Varas se llenó, se fueron muchas personas para allá, y bueno, de Santiago se fue gente por lo peligroso que está y Chillán es una ciudad chica, pero también es una ciudad que tiene todo”, describe.

Desde Propiedades Larrañaga agregan que la tendencia por preferir el campo se ha dado, porque hoy existe también mayor oferta de terrenos por parte de los propietarios que han visto una oportunidad de negocio en la venta de tierras más interesante que cultivar.

“Lo que pasa que como se ha loteado mucho campo y hay una explosión tremenda de parcelas baratas por lo que la gente está prefiriendo el campo. Como las casas son caras, se compran una parcela que cuesta 15 a 20 millones. Eso se está viendo y lo hacen los dueños de los campos que hacen los loteos y los venden. Hoy día el campo no está rindiendo tanto, entonces, sacan buena plata a las parcelas”, complementan.

Para el sociólogo y docente de la Universidad Pedro de Valdivia (UPV), Kevin Villegas, el traslado de las personas hacia los sectores periféricos está asociado a los procesos de urbanización de las ciudades y la búsqueda de vivir con comodidades.

“Estos lugares tipo parcelas, no los llamaría rural, los llamaría espacios que cuentan con áreas verdes más amplias pero que son bastante urbanizados, diría que más bien son una forma distinta, relativamente nueva de ampliar la ciudad, contando con los beneficios y servicios que brinda la ciudad como la cercanía, hospitales y educación. Creo que es una configuración relativamente nueva que se da dentro del espacio urbano y eso tiene que ver con cuestiones de acceso, con configuraciones de la clase media, del disfrute, del tipo de propiedades donde se vive, de buscar otro tipo de comodidades y elementos como significa la naturaleza dentro de los estilos de vida de las personas”, explica.

Para el sociólogo Mauricio Alfredo Jofré precisa que la movilización desde las ciudades hacia el campo está relacionada con el actual contexto de la pandemia por Covid-19, debido a que las personas prefieren zonas con menor densidad poblacional, donde puedan tener acceso a mayores espacios.

“Hay una migración de la ciudad a las periferias, también con un efecto por el tema de pandemia. Las ciudades están saturadas, el distanciamiento social como una medida aparece como un elemento importante a la hora de tomar esta decisión. Claramente esta migración responde a eso, a la posibilidad de ir a lugares que sean menos concurridos, donde haya espacios y donde el comportamiento social permita tener una vida tranquila y cómoda como lo podría ofrecer el espacio rural, y por la cercanía con la ciudad. La conectividad no es un impedimento, pese a que exista poca oferta de movilidad interurbana pero siguen siendo distancias que se recorren en corto tiempo y tampoco es un impedimento desde el punto de vista de trabajo, la oferta de colegio y escuelas también es importante. Hay un fenómeno que está sucediendo sobre todo en la región de Ñuble que todavía tiene zonas rurales importantes”, afirma.

Vida sana y paz

Una sola visita fue suficiente para que María Teresa Aravena tomara la decisión de dejar la Región Metropolitana y radicarse en el sector El Faro en Santa Clara, comuna de Bulnes, dando un giro de 360 grados a su vida para dejar el “colapso” de la capital del país en búsqueda de tranquilidad, paz y sobre todo reducir el riesgo de contraer el Covid-19.

“Vinimos en febrero a la casa de mi marido y me enamoré de la tranquilidad y el tipo de vida. La decisión fue tomada sin contarle a nadie como en el mes de abril y mayo, luego que en marzo por la pandemia quedé con protección al empleo. Además, soy hipertensa por ende no podía salir a la calle. Estuve marzo, abril y mayo encerrada totalmente, y en el mes de junio tomamos la decisión, se suponía que nos veníamos con los sobrinos de mi pareja y ellos desistieron, y le dije que yo igual me iba porque necesitaba estar tranquila, sana, y ya me estaba poniendo muy paranoica por el tema de la pandemia”, explica .

“Maite”, como la llaman familiares y amigos, de 47 años, nunca dudó de lo que estaba haciendo, así que realizó las gestiones necesarias para la mudanza y abandonar la colapsada capital del país y estar en Santa Clara en el mes de agosto, cuando dejaba de percibir los ingresos del seguro de cesantía.

“El día que tomé la decisión encontré el camión para la mudanza, saqué todos los papeles, me conseguí las 400 lucas que me costó el camión y me traje todo, porque uno dice me voy a probar pero no, yo me traje todo de una vez, lo único que se me quedó en el departamento interior donde vivíamos fue un anillo”, recuerda.

Además, de querer establecerse en una zona que le brindara más tranquilidad, Maite destaca que la decisión de cambiar de domicilio también estuvo motivada por sus tres hijos de 26, 18 y 13 años, a quienes por la crisis sanitaria no pudo verlos por varios meses.

“Mis hijos viven con su papá y todavía cuando vivía en Santiago pasaron tres meses que no los podía ver, y el hecho de estar aquí los he visto más, entonces para mí fue una tranquilidad. Pensaba que si yo sigo en Santiago y me enfermo qué vida le voy a dar a mis hijos. Ya ellos vinieron, se enamoraron del lugar, les gustó porque es más tranquilo, pueden ir al bosque, han salido al río, entonces eso es lo que quiero darle a mis hijos ahora que están más grandes, y capaz cuando crezcan más se quieran venir o tendrán un lugar donde llegar para tranquilizarse y desahogarse”, comenta la madre.

Asegura que se adaptó a su nuevo estilo de vida desde el principio y disfruta con su pareja el contacto con la naturaleza y de momentos que antes no compartían.

“Desde el día uno que llegué me acostumbré a vivir acá, ya estoy tan acostumbrada al silencio. De repente estoy con mi pareja sentada afuera, conversando, somos de los que nos tomamos un traguito juntos, un quesito, escuchamos música, hablar de cosas o simplemente de hablar de tonteras y reírnos, entonces esa tranquilidad no se tiene en Santiago. Ya yo me acostumbré y de aquí no me voy”, afirma Maite.

Las proyecciones que tiene Maite es comenzar prontamente la construcción de su propia casa y materializar un sueño que tiene pendiente desde hace muchos años. “En Santiago jamás hubiera podido tener mi casa, pues sale entre $50 y $60 millones, y yo acá haré mi casa y si es que gasto $4 o $5 millones amoblándola completa, ya tenemos el terreno propio. Si ya con mi 47 años no pude tener una casa en Santiago, para qué voy a seguirme desgastando si aquí tengo todo esto que me da la naturaleza”, dice.

Agrega que en las próximas semanas emprenderá la búsqueda de trabajo ya sea en Bulnes o Chillán, asegurando que la distancia no sería problema, pues su último trabajo en un restaurante en la comuna de La Reina se demoraba casi tres horas, pues vivía en Chicureo.

Casa de campo

El inicio de la emergencia sanitaria por SARS-CoV-2 coincidió con situaciones complejas para la chillaneja Sandra Albornoz Moreno, de 47 años, quien debió dejar su casa en la Villa de Los Campos de Doña Beatriz para instalarse en la casa de campo de su mamá, ubicada camino a Portezuelo.

La salud de su progenitora, que padece un cáncer de estómago, fue el motivo del cambio de vivienda ya que debe cuidarla y evitar cualquier exposición a eventuales contagios de Covid que la pusieran en riesgo.

“Me mudé los primeros días de marzo, además de la pandemia, uno de los motivos fue la mala locomoción en este sector y por cuidar a mi mamá, porque ella no se puede atender en Chillán así que tuvimos que mirar a otro lado por el mismo tema de la pandemia”, indica.

“La operación de mi mamá era urgente, era una obstrucción entonces el doctor nos dijo que tenía que ser sí o sí luego, entonces vimos el caso en Chillán y vimos que no iba a ser tan rápido, ante eso tuvimos que recurrir a otros medios de manera particular en la ciudad de Concepción, donde hasta hoy día le hacen la quimio”, agrega.

Sandra confiesa que ha sido notable el cambio, debió dejar su trabajo de manera presencial y continuar con la modalidad de teletrabajo.

“Acá en el campo es otra vida, vivimos separadas de las otras casas y es mucho mejor la vida acá pero también limita muchas cosas en lo personal y social. El cambio fue grande porque igual yo hacía mis trámites y tuve que dejar mi trabajo de contabilidad de la empresa y ahora todo lo hago de manera online, porque tampoco había buena locomoción como para estar viajando hasta Chillán”, expresa.

Sandra indica que cuando su mamá termine su tratamiento médico espera volver a su casa en la ciudad de Chillán. “Cuando la pandemia pase, cuando mi mamá salga de la operación y los medicamentos de su tratamiento, que es largo, entonces pretendo volver a mi casa. Mi mamá se queda en el campo, hay unos tíos que están construyendo su casa acá y eso me va ayudar a seguir mi vida en Chillán. En el campo es mucho mejor la vida, más que nada le falta a uno el compañerismo, sociabilizar con la gente, pero sin duda es mucho mejor acá la vida”, subraya.

Texto: Susana Núñez-Antonieta Meleán

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