A 12 años, cinco meses y 16 días de la caída del muro perimetral del costado poniente de la cárcel de Chillán, en calle 5 de Abril, el Poder Judicial puso fin al proceso de persecución de los reos que huyeron en una verdaderas estampida, ocasionada en el contexto del terremoto del 27 de febrero de 2010.
[bg_collapse view=”button-orange” color=”#4a4949″ expand_text=”Leer más” collapse_text=”Menos” inline_css=”width: 100%” ]La resolución favoreció a los únicos dos “reos fugados” como se les llamó, que jamás pudieron ser aprehendidos ni ubicados, de los cerca de 250 internos que huyeron en esa madrugada que dejó a cuatro fallecidos, tres por disparos de gendarmes y uno quemado vivo, luego que otros reos lo dejaran amarrado a un camarote cuando las celdas del recinto carcelario habían sido incendiadas por los mismos prisioneros.
Se trata de Edy Joshue Shibar Fuentes, y Favio Alberto Miranda Escobar, ambos condenados por delitos en contra de la propiedad.
La situación de ambos prófugos fue tratada en una audiencia realizada en el Juzgado de Garantía de Chillán, ocasión en que -a pesar de la oposición del Ministerio Público- el tribunal acogió los argumentos de la Defensoría para no perseverar en la causa relativa al quebrantamiento de condena.
Precisamente, el pasado miércoles llegó el oficio emanado del Juzgado de Garantía, a la Policía de Investigaciones de Chillán, que daba cuenta que se dejaba sin efecto la orden de detención que había en su contra.
La medida tuvo como contexto un instructivo de carácter nacional emanado por el Poder Judicial, que en virtud de los retrasos en el desarrollo de las audiencias, debido a las restricciones sanitarias por la pandemia del Covid, entre 2020 y 2021, se les pidió terminar, mediante el sobreseimiento, de todas las causas, desde el 2003 a la fecha, que estuvieran en condiciones de llegar a su fin mediante este formato legal.
Si bien el quebrantamiento de pena tiene en lo teórico una pena asociada de cinco años y un día como máximo, al menos en Chillán, Gendarmería estableció solo castigos como la prohibición temporal de recibir visitas o la suspensión de aquellos beneficios que se les pudiera haber otorgado pretéritamente.
De todas formas, y considerando que el megasismo que echó el muro abajo ocurrió hace más de una década, “ya no hay ninguno de esos internos que se fugaron cumpliendo condena en la cárcel todavía, a menos que se trate de alguna persona que haya vuelto por reincidir, es decir, por otra causa totalmente distinta a la que lo mantenía privado de libertad en esos años”, explicó la comandante Emyly Ibáñez, directora (s) regional de Gendarmería.
La mayoría volvió solo
Sin lugar a dudas, la fuga masiva de reos durante esa madrugada del 27 de febrero del 2010 ha sido uno de los episodios más dramáticos vividos en ese recinto penal, que entre sus muchas historias, también cuenta el fusilamiento de Jorge del Carmen Valenzuela Torres, el “Chacal de Nahueltoro”, el 30 de abril de 1963.
El sismo originó fracturas en las celdas de la torre de dormitorios, por lo que los reos, desesperados, lograron abrir a la fuerza las puertas metálicas que los conducían a las escaleras de salida.
Una vez en el patio común, advirtieron el desplome del muro poniente, por lo que más de 250 de ellos arrancaron.
Algunos ingresaron a un restorán ubicado en esa calle, desde donde iniciaron un incendio con las mangueras de gas de la cocina.
El siniestro se expandió por otras cinco viviendas, destruyéndolas por completo, situación que con los años significó una indemnización por parte del Estado a las familias afectadas.
“En ese tiempo yo estaba en Iquique, pero para el terremoto del 2014, allá pasó algo similar, y al igual que acá, la mayoría volvió o al día siguiente o a los pocos días de manera voluntaria, ya que solo habían arrancado para ver cómo se encontraban sus familias”, explicó la comandante Ibáñez.
En efecto, cerca del 50% de los que arrancaron volvieron solos, muchos de ellos aterrorizados porque sabían que, debido a la falta de comunicación formal en los días siguientes, había rumores que hablaba de una ola de homicidios, violaciones y asaltos cometidos por los “reos fugados”, situación que no era cierta.
El último reo fugado en ser capturado fue Esteban García Rebolledo, de 33 años, el pasado 1 de octubre de 2019, en Argentina.
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