Si bien hay planes gubernamentales que intentan solucionar en parte la grave situación de los artistas que se han visto afectados por la pandemia, hay muchos de ellos a los cuales la ayuda no llega. El sector más golpeado ha sido la música, ante la imposibilidad de trabajar debido al cierre de teatros y locales nocturnos.
Es el caso de Pablo Rivas, quien es un músico que hasta antes de la pandemia se ganaba la vida como artista callejero. Hoy, está construyendo muebles para poder sobrevivir. “Llevo 30 años ganándome la vida con mi piano. Los últimos 10 he estado recorriendo Chile a través de distintos eventos. Eso hasta el 15 de marzo de este año, cuando forzosamente me tuve que encerrar en mi casa porque además, soy diabético, grupo de alto riesgo ante el contagio con el coronavirus”, afirma.
“Este tiempo no he podido generar dinero, ya que lo único que sé hacer es tocar el piano. No hay eventos, no hay restaurantes, no hay matrimonios. Tampoco he podido salir a la calle a tocar, pero esto viene desde antes. Desde el estallido social a lo que se suma ahora la pandemia”, revela.
Pablo advierte que el costo psicológico que ha tenido esto en su vida es grande. “Vivo de la ayuda de mi familia y de mis amigos y me encuentro en una situación ya desesperada. Hablo por mí y por toda la gente que pertenece a mi mundo, al mundo de la música. A los que trabajan en la calle, a los sonidistas, en fin, a tanta gente que trabaja en estas condiciones”, explica.
Pablo hace un llamado a las autoridades. “Este es un llamado al Gobierno de Chile, les pido humildemente y de todo corazón que se puedan preocupar de la gente que trabajan con su arte en la calle, porque nos encontramos en la más completa indefensión. Este es un humilde llamado de ayuda en estos tiempos tan difíciles”, apela.
El caso de Pablo no es el único. La suspensión de eventos sociales y masivos es el gran problema de los músicos locales, quienes además saben que una vez que el país pueda desconfinar algunas áreas, la del espectáculo será una de las últimas en regresar a la esperada “normalidad”.
Otro caso es el de la conocida cantante Madriela Marchant, quien por estos días está haciendo serenatas a domicilio para poder salir de la crisis. “He postulado a todo lo que he podido. La última postulación a unos fondos no fue aceptada por un problema con las boletas de honorarios. La verdad, estoy cansada de postular a fondos que no están llegando a nosotros, a nuestro sector”, advierte.
Artes visuales en crisis
José Bustos vivía de su pintura hasta antes de la pandemia. Pero con la llegada del Covid-19 la venta de su trabajo cesó estrepitosamente. Hacía murales y óleos a pedido. Hoy, dice, el panorama está complejo.
“Las ayudas llegan, pero me he dado cuenta que solo es para colectivos. Somos muchos los artistas que trabajamos de forma independiente y que no tenemos ninguna ayuda estatal. Me puse a armar un proyecto,pero cuando me di cuenta, el fondo de Culturas se había acabado y quedé fuera de la postulación. No tengo ficha de protección social y por lo tanto, no cuento con ayuda directa. En el día a día me las rebusco. Sigo haciendo algunas cosas, continúo con harto ahínco, porque es lo me gusta y lo que sé hacer mejor. En Chillán, la ayuda ha llegado a quienes tienen personalidad jurídica, ellos pueden postular y se pueden ganar los recursos, los que no, ahí quedaron”, cuenta mientras agrega que se hizo un Facebook para poder vender algo (Oleos Jobus).
Pedro Thomas está en las mismas condiciones. “No recibo bonos, ni cajas, nada. Ahora para poder vender una pintura hay que bajar los precios. Tuve una muestra en enero en la Sala Arte Mercado, ahí logré vender cuatro pinturas. Estamos viviendo con mi hijo, que es profesor y él nos está apoyando con mi señora, porque la cosa no ha andado bien. No entiendo cómo es la distribución de los fondos, y eso es frustrante. Yo sigo con ganas de pintar, pero a veces no tengo plata para los materiales y tengo que ir reutilizando”, precisa. También tiene un Facebook en donde hoy ofrece juguetes de madera para salir en parte de esta crisis (Pedro Alberto Thomas Varela).
Ilustración: Jaime Castro
