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Riesgo y fácil acceso a nuevas drogas

A la hora de hablar sobre conductas de riesgo o de descontrol que adoptan muchos jóvenes, resulta imposible no volver a referirse al consumo de drogas. Quienes frecuentan los bares y otros lugares de diversión nocturna, aseguran que tras el fin de las restricciones sanitarias se ha alcanzado un altísimo nivel de consumo en Chillán, como también, nuevas modalidades y nuevas sustancias que prácticamente anulan la voluntad y el criterio de sus consumidores, quienes son llevados a vivir situaciones de enorme vulnerabilidad.

En el último reporte del Senda, se identifican sustancias que eran desconocidas dos años atrás. Por ejemplo, la droga 6-APB, conocida como Benzo Fury, es similar al éxtasis, pero también tiene graves efectos adversos, como dolor de cabeza, daño hepático, náuseas y vómitos. Hay también datos que sugieren que su consumo podría generar paranoia, depresión, ansiedad y psicosis. También este año se incautó una droga conocida como Moxy (5-MeO-MIPT), que se vende en comprimidos rosados y produce un aumento de la frecuencia y presión cardíaca, dolor de cabeza, supresión de la memoria, deshidratación, náuseas y diarrea. Otra droga detectada es la Brolanfetamina o DOB, una sustancia con efectos comparables al del LSD. Entre sus efectos adversos se menciona agitación, comportamiento agresivo, alucinaciones, aumento de la frecuencia cardiaca. Se han reportado casos de muerte por sobredosis DOB, aparentemente porque las víctimas desconocían la sustancia que estaban consumiendo,

Una de las preocupaciones más alarmantes en torno al auge de consumo de estas sustancias es la facilidad con que se venden por Internet.

En efecto, cada vez más, el mundo de las drogas está al alcance de los jóvenes. Y muchos son los factores de riesgo que los tornan vulnerables, como la falta de educación y de información adecuadas sobre los efectos de los estupefacientes.

También influyen negativamente la desunión de las familias y la falta de diálogo entre padres e hijos, así como los entornos sociales, los mensajes distorsivos emitidos por algunos medios de comunicación, la deserción escolar y la falta de trabajo, entre muchos otros.

Los riesgos a los que se encuentra expuesta la juventud son complejos y para solucionarlos se requiere de una política pública coordinada interinstitucionalmente, para apuntalar todos los aspectos vinculados al campo laboral, de salud y educativo.

Porque las consecuencias pueden ser gravísimas: sobredosis, accidentes, lesiones, enfermedades de transmisión sexual y, en los casos más extremos, severas incapacidades y muertes.

Se requiere, entonces, estar al lado de los jóvenes con palabras e imágenes adecuadas a sus experiencias, haciéndoles comprender todos los riesgos que implica el consumo de estas sustancias.

El Estado no puede desfallecer en la creación y la aplicación efectiva de políticas educativas de prevención para las nuevas generaciones y de salud pública para quienes ya están atrapados por alguna adicción. No se trata solo de aplicar con rigor los criterios sanitarios, sino también de entender que, sin una prevención más efectiva, está en juego buena parte de nuestro futuro como sociedad.

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