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Renovar la estrategia

Mauricio Ulloa

La emergencia sanitaria que completa 250 días es un buen motivo para mirar las enseñanzas que ha dejado la evolución de la pandemia de Covid-19 en el país y en la región, con miras a reforzar lo bueno y modificar lo malo, debido a que el virus llegó para quedarse, al menos hasta el próximo año, según una. Es la dura realidad.

Para empezar, como se trata de una pandemia, requiere una intervención integral de Estado que supere los acostumbrados instrumentos diseñados para gestionar problemas sanitarios de menor dimensión. Es decir, es un reto que exige entender la complejidad del fenómeno desde un contexto sistémico, alejado de los debates partidistas. Un reto que demanda objetivos colectivos y las necesidades de una actuación convincente y compartida; elementos que en ocasiones han brillado por su ausencia en algunos niveles, en los que el manejo de la pandemia ha tomado una dimensión competitiva entre los egos de algunas autoridades o los cálculos pequeños de los partidos políticos.

Un enfoque sistémico supone, primero, no caer en el error de pensar que solo los centros de salud y sus funcionarios, o los ventiladores mecánicos, podrán resolver la gran amenaza que representa el Covid-19. El Gobierno se equivocó al menospreciar el rol de la salud primaria, como también las respuestas de la población. De hecho, la falta de autocuidado y disciplina social han sido factores críticos para Chillán y muchas otras ciudades que llevan meses sin avanzar a una mayor apertura de la actividad económica y social.

A nivel local, las señales no son buenas, aunque tampoco malas. Estamos hace buen tiempo en un statu quo en materia de contagios. El último informe del equipo de Proyecciones Covid-19 de la Universidad de Concepción, estableció que la situación de la pandemia en la Región de Ñuble ha reflejado un “ligero aumento” en los casos nuevos, lo que no es considerado como cambio significativo que pueda marcar una tendencia al alza en el escenario. Según los expertos, el territorio continúa una situación de relativa estabilidad que no debería preocupar aún, aunque sí reconocieron que la demanda de camas críticas en la red hospitalaria llama la atención, alcanzado casi un máximo histórico.

Pero la preocupación surge no solo tras constatar la presión sobre el sistema hospitalario, sino sobre todo al observar comportamientos cotidianos de los chillanejos que ponen en riesgo a los desobedientes y a quienes pertenecen a su entorno. La gente pareciera olvidar que estamos ante un virus que no distingue capas sociales ni condiciones económicas. Cualquiera puede contagiar a cualquiera.

250 días de pandemia deberían llevar a impulsar un cambio de estrategia, orientado a una mejor respuesta del Gobierno, que integre de verdad a la Atención Primaria como eje central, pues ahí está el manejo territorial con la comunidad.

Por último, se requiere una renovada planeación de la comunicación que fomente la prevención racional y dirima la ilógica polarización generada por la concepción de muerte ligada al virus y el negacionismo irresponsable sobre su existencia.

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